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¿Qué pasará con Ucrania frente a la hegemonía rusa?

Rusa, El American

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Con 603,000 km² y 42 millones de habitantes, Ucrania quiso ingresar velozmente a la OTAN, y ese “sol” llevó a que Putin decidiera evitarlo y “quemar sus alas”. Demasiado cerca de Rusia y un riesgo que Moscú no está dispuesto a tolerar, cuando su política exterior intenta recuperar el terreno perdido. La anexión de Crimea, en marzo de 2014, y el posterior estallido de la guerra en las zonas rebeldes de Donesk y Lugansk, apoyadas por el Kremlin, mantienen la máxima tensión. 

El presidente ucraniano Volodimir Zelenski anunció que planean derrocarlo. “Hay en curso un complot apoyado en la concentración de tropas rusas en la frontera” afirmó varias veces. En grabaciones telefónicas, afirmó, se habla del magnate ucraniano Rinat Ajmetov, que creó su fortuna en la región oriental de Donesk, controlada por separatistas. “Para preparar la confabulación se han destinado 900 millones de euros… Yo no huiré a ninguna parte, como hizo mi predecesor, el país está totalmente preparado para hacer frente a Rusia, si fuera necesario”. El jefe de la inteligencia militar, Kirilo Budánov, cree que las tropas rusas tienen desplegados 100 mil hombres junto a la frontera y “la ofensiva podría iniciarse a fines de enero o principios de febrero”. 

Ucrania es un estado unificado, organizado en 24 óblast, la autónoma Crimea y dos ciudades con status especial: Kiev y Sebastopol. La primera es la capital y más poblada, con tres millones de habitantes. La religión predominante es el cristianismo ortodoxo; se estiman en 500,000 los musulmanes y 120,000 los hebreos. El modelo educativo es público y obligatorio, el alfabetismo supera el 99 % y la educación superior es gratuita para los estudiantes destacados.  

 En 1922 fue una de las repúblicas fundadoras de la Unión Soviética. Su población sufrió “limpiezas étnicas” como el Holodomor en 1933, una hambruna que provocó millones de muertos en el marco del intento de “rusificar” la nación. En 1986 se produjo el peor desastre en la historia nuclear, al estallar la central de Chernóbil, un hecho que Moscú —en la era comunista—intentó disimular ante la opinión pública a un grado vergonzoso. En 1991, desaparecida la URSS tras el derrumbe comunista, el parlamento ucraniano aprobó la Declaración de Independencia, definiendo al estado como “libre y democrático”. Ucrania es una democracia. El presidente es electo por voto popular para un mandato de cinco años.

El poder legislativo lo compone la Rada Suprema, parlamento unicameral de 450 miembros. Es principalmente responsable de la formación del ejecutivo y su Consejo de Ministros, encabezado por el premier.  Los posteriores conflictos con Rusia sobre el precio del gas natural detuvieron todos los suministros en 2006 y 2009, provocando una seria escasez. En el momento de su elección (2014), Petro Poroshenko anunció como prioridad controlar los disturbios civiles en el este, fortalecer el nacionalismo ucraniano y normalizar la relación con Moscú. Geopolíticamente, su estrategia implicó el “cambio de bando” del país, pasando de la influencia rusa a la occidental.   

La estrategia de Moscú: alejar a Occidente

En marzo de 2014 Rusia ocupó la península de Crimea, cuya proximidad a la OTAN es vista por Moscú como un peligro, consolidando así el control de su salida al mar Negro. Días después, un referéndum aprobó la unión a Rusia como estado federado, y se firmó el tratado de anexión. La ONU votó el reconocimiento de Crimea como parte de Ucrania, rechazando la validez legal del hecho.

Poroshenko comparó a los rebeldes pro-rusos con piratas y solicitó la presencia de diplomáticos internacionales en las negociaciones. Rusia respondió que no eran necesarios. Como presidente intentó lograr el regreso de Crimea a la soberanía de Kiev, sin éxito. Cientos de personas han muerto por la violencia al este de Ucrania. 

Según Naciones Unidas dos millones de ucranianos han huido a otras zonas del país y 800,000 han emigrado desde 2014. En 2019 asumió la presidencia el mandatario actual, Zelenski, un actor cómico que representaba en TV justamente el rol de presidente en una exitosa serie. Aunque goza de un buen nivel de aprobación, declaró sonriendo hace días que “ningún guion televisivo me permitió imaginar la tensión del cargo”.

Con el derrumbe de la URSS, el país se trasladó de una economía planificada a una más libre. Su industria produce todo tipo de vehículos de transporte. Importa gran parte de los suministros de energía, especialmente petróleo y gas, por lo que depende de Rusia como su proveedor de energía. Si bien el 25 % del gas natural en Ucrania procede de fuentes internas, cerca del 35 % proviene de Rusia y el restante 40 % de Asia, a través de rutas de tránsito que Moscú controla. Al mismo tiempo, el 80 % del gas ruso se vende a Europa a través de Ucrania. 

Moscú justifica su presión sobre Kiev en razones históricas, económicas y geopolíticas frente a Occidente. Ucrania es fundamental para Rusia. Ambos países comparten el origen y la identidad, por lo cual los ucranianos son parte inseparable de la nación rusa. En el ámbito geopolítico, el control de Ucrania es esencial para evitar su adhesión a la OTAN y la Unión Europea, lo que reduciría el poder de Rusia allí. Además, existen intereses económicos en el país vecino. El estado ucraniano es una de las principales economías del espacio post-soviético, y alberga gran parte de la red de gasoductos rusos que abastecen Europa.  

Los lazos históricos y culturales han marcado la actitud paternalista del Kremlin hacia Ucrania. Para el presidente Vladimir Putin, el Estado ucraniano se encuentra en la esfera de influencia de Moscú y cualquier injerencia occidental es inaceptable. Otro aspecto relevante es la demografía de Ucrania: un 17 % de la población se identifica con la etnia rusa y casi un tercio habla ruso como lengua madre. La mayoría de estos habitantes se ubican en la anexionada Crimea, y especialmente en el Donbás. En esta región del este, Kiev y los separatistas libran su guerra. 

La postura de Moscú respecto a Ucrania también implica intereses geopolíticos. La idea de que existan bases de la OTAN en medio de la “cultura rusa” es una línea roja. Después de que Lituania, Letonia y Estonia pasaran a la órbita democrática, una hipotética adhesión de Ucrania a Occidente colocaría a Estados Unidos a las puertas de su frontera occidental. 

La economía juega un papel clave en las relaciones entre Kiev y Moscú. Rusia ha intentado reconstruir su influencia en el espacio post-soviético con proyectos de integración política y económica. Creó la actual Unión Económica Euroasiática. Sin embargo, la creación de un bloque que rivalice con la Unión Europea es débil sin Ucrania. El éxito depende de integrar a “una de las economías más importantes de la vieja URSS”. Con esto, Rusia reconstruiría el mercado común soviético y terminaría con cualquier posible adhesión ucraniana a Europa. Además, la crisis energética del Viejo Continente ha acentuado la importancia de Ucrania, ya que Rusia es el principal proveedor de gas natural del mismo. 

Este suministro se realiza a través de los gasoductos ucranianos, que le reportan miles de millones de euros en peajes. Este rol subordina el abastecimiento al choque político entre Kiev y Moscú. Para evitar esta dependencia el Kremlin está diversificando las rutas de suministro con nuevos gasoductos como el Nord Stream 2. Así, Rusia lograría abastecer a Alemania y Turquía, sus principales clientes, sin cruzar Ucrania. Si Rusia aísla de ese modo a su vecino, quitándole gran parte de su poder negociador, podría lograr un nuevo giro hacia su esfera de influencia, garantizándole a Ucrania el uso de su territorio como pasaje del gas y solucionando las diferencias territoriales. 

Esta opción —”el garrote y la zanahoria”— puede conducir a Kiev a su viejo aliado; la otra lo empujaría al área americana. Su ingreso a la OTAN, eso sí, está descartado. Pero no únicamente por la oposición moscovita, sino por la ineficacia de la administración Biden en brindar seguridad a sus aliados.

Eduardo Zalovich, Uruguayan-Israeli, is a history professor and journalist. He has written for several media, such as La Vanguardia, El Confidencial, Vozpopuli, Búsqueda and Correo de los Viernes. Zalovich analyzes, from the Middle East, the reality of the region and international politics. // Eduardo Zalovich, uruguayo-israelí, es profesor de Historia y periodista. Ha escrito para varios medios, como La Vanguardia, El Confidencial, Vozpopuli, Búsqueda y Correo de los Viernes. Analiza, desde el Medio Oriente, la realidad de la zona y la política internacional.

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