Lo que era un secreto a voces, ocurrió: Biden decidió aliviar sanciones a Venezuela con la finalidad de que vuelvan a la mesa de negociaciones en México. Por una parte, permitirá a Chevron renegociar su licencia con PDVSA y, en un gesto de “buena voluntad”, retirará de su lista de sancionados a Carlos Erik Malpica-Flores, sobrino de la primera dama, Cilia Flores.
Lo más sorprendente es que la administración Biden hizo esto sin nada a cambio. No hubo liberación de presos políticos, publicación de cronograma electoral, habilitación de políticos opositores, nada. Ni un pequeño gesto simbólico.
¿Qué le hace creer a Biden que dándole regalos a Maduro va a lograr algo? ¿Qué motivación puede tener el régimen de Maduro para volver a México cuando sabe que puede seguir esperando y obteniendo concesiones? En todo caso: si vuelve, ¿qué les hace creer que esta vez será diferente y no se sumará a los ya diversos fallidos intentos de negociación entre el régimen y la pusilánime oposición venezolana?
Queda aún más claro que Venezuela está lejos de la lista de prioridades de la administración Biden y que sus asesores, liderados por el colombo-americano Juan González, están demasiado cómodos con la idea de tener un satélite sino-ruso, con presencia de Hezbolá, las FARC y sede del narcotráfico internacional a tres horas en avión de Miami.
Este artículo apareció originalmente en el newsletter de El American el 18 de mayo de 2022. ¡Suscríbete gratis aquí!