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Venezuela en los Juegos Olímpicos, a pesar de todo

Venezuela

La cita olímpica de Tokio, retrasada durante un año por la pandemia del coronavirus, ha llegado a su conclusión. En ella Venezuela ha obtenido, objetivamente, los mejores resultados de su historia: 3 medallas de plata y una de oro. Supera así las cosechas de Los Ángeles 1984 (3 bronces) y Río de Janeiro 2016 (2 bronces y una plata). Con una modesta delegación —la más reducida desde Sídney 2000— ha conseguido aventajar a países como Argentina y Colombia en el medallero. 

Conociendo su accionar era enteramente predecible que el régimen chavista, universalmente desacreditado, buscase hacer de los atletas unos agentes de validación. Incomodísimas llamadas telefónicas de Maduro a los ganadores de preseas de por medio.

Más allá de las narrativas que se nos intenten imponer, si un venezolano triunfa en cualquier ámbito, sobre todo en el caso de que permanezca dentro del país, lo hace a pesar del Estado y no bajo su patrocinio. ¿Cómo no vamos a aplaudirlo? Es insólito que haya quien vea en esto alguna especie de apología.

Una mentira —cualquier mentira— funciona sólo en la medida de que la creamos. La alternativa de no celebrar al compatriota es asumir la dialéctica chavista de pueblo y no-pueblo, situándose en el segundo campo.

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Medallista de oro Yulimar Rojas de Venezuela, Triple Salto Femenino – Juegos Olímpicos de Tokio (EFE)

El mérito del deportista venezolano es doble porque la sociedad donde se desenvuelve es una donde hasta las tareas más intranscendentales requieren de un esfuerzo titánico, una donde el poder conspira en contra de cualquier realización individual. No sólo hace frente a los rigores del entrenamiento de alta competencia, sino a las carencias de la devastación socialista.

Sin desmerecer a Julio, Keydomar y Daniel; Yulimar Rojas ha sido, más allá de apasionamientos, una de las grandes historias de los Juegos Olímpicos. La magnitud de su récord quizá sólo tenga un equivalente en otra disciplina: lo conseguido por el noruego volador Karsten Warholm en los 400 con vallas, quien rebajó la marca anterior (también suya) en 76 centésimas de segundo. La alegría y el orgullo no se borran, a pesar de alguna declaración poco afortunada o de una visita a un palacio de gobierno donde se ha instalado el bolchevismo tropical. En los registros históricos esos detalles no figurarán.

El mayor logro del chavismo sería que se le identificase indisociablemente con el país que ha secuestrado. Pero no, el chavismo no es Venezuela. A una banda criminal no podemos dejarle romper aquellos ligámenes que todavía nos unen y que trascienden circunstancias temporales. Cuando la división es fomentada desde el Estado, celebrar un triunfo colectivo también es resistencia.

Silvio Salas, Venezuelan, is a writer and Social Communicator, with an interest in geopolitics, culture war and civil liberties // Silvio Salas, venezolano, es un comunicador social interesado en temas de geopolítica, libertades civiles y la guerra cultural.

Sigue a Silvio Salas en Twitter: @SilvioSalasR

2 comentarios en «Venezuela en los Juegos Olímpicos, a pesar de todo»

  1. Sentir el cálido orgullo patrio, abrazados en celebración reivindicadora y creer que el triunfo de Yulimar, fue posible a pesar de sufrir “las carencias de la devastación socialista”, es tomarse la Blue Pill.
    Estos medallistas olímpicos viven en una burbuja (excepto Dhers) y el “salto” de calidad lo alcanzan, gracias a su esfuerzo y talento, sí, pero dándolo en sociedades desarrolladas y/o gracias al “impul$o” bolivariano, tanto así, que aunque ya son profesionales, continúan gozando del patrocinio revolucionario (ver la presencia del entrenador cubano del club de atletismo del FC Barcelona, uniformado con la casaca vinotinto, en Tokio).
    Cuando el régimen se apropia de sus medallas, no se trata de vil oportunismo, sino de mostrar el éxito de uno de los suyos; no son víctimas de las circunstancias o despistados dando declaraciones desafortunadas, son agentes validadores de la Revolución Bolivariana. Por eso agradecen, para ellos no son llamadas incomodas, sino lógicas y son oportunidades de apología al régimen, que como chavistas, apoyan.
    Se podría decir: El “impul$o” que reciben los atletas apologistas, se trata del Estado sustentando a la Delegación Venezolana ¡como debe ser! Pero no es así, porque hay otros atletas, que también lograron la gran hazaña de clasificar a las Olimpiadas, y que si sufren el chavismo en tierras nacionales, o pateados al exilio, que fueron desasistidos, abandonados a su suerte, y que si compitieron “a pesar del Estado” y sus políticas: Andrés, Claudymar, Paola son algunos de sus nombres, y sus logros, sin ser históricos, se pueden celebrar con verdadera satisfacción, sin necesidad de sentir que se traga vidrio molido, al obviar dedicatorias. Son atletas self made, y lo son realmente “a pesar de todo”, que no se prestaron al juego validador del régimen y por tanto fueron descartados (sin pasajes, sin entrenadores, sin implementos, sin nada) quedando como fiel reflejo de la sociedad venezolana, en su parte mayoritaria.
    Del ejemplo que ofrecieron estos atletas desasistidos con su participación, es que debemos tomar inspiración para hacer la auténtica resistencia al chantaje del régimen, que plantea: no aplaudir es ser apátrida, locositor, amargado. No aplaudir, no es solo quedar atrapado por “la dialéctica chavista de pueblo y no-pueblo”, es entender la existencia de los campos Enchufado y No-enchufado, y reconocer que estamos, junto a la selección de volleyball varada en Maiquetía, “en el segundo campo”.
    Es totalmente cierto, el chavismo No es Venezuela, y a “una banda criminal no podemos dejarle romper aquellos ligámenes que todavía nos unen” pero tampoco podemos dejar que nos emborrachen, arropados con la bandera, con grandes gestas, cuando estas, declarado por sus protagonistas, conllevan una ofrenda al monstruo que nos devora.
    El ligamen seria falso, no hay que excusarlo debido a que “en los registros históricos esos detalles no figurarán”; sobre todo cuando hay ejemplos heroicos (Andrés, Claudymar, Paola…) que si servirían de amalgama, no identificarnos con los atletas que vívidamente nos encarnan, es perder la brújula y no distinguir cuando estamos comprando júbilo y pagando con la moneda de nuestra conciencia y libertad.

  2. Sentir el cálido orgullo patrio, abrazados en celebración reivindicadora y creer que el triunfo de Yulimar, fue posible a pesar de sufrir “las carencias de la devastación socialista”, es tomarse la Blue Pill.
    Estos medallistas olímpicos viven en una burbuja (excepto Dhers) y el “salto” de calidad lo alcanzan, gracias a su esfuerzo y talento, sí, pero dándolo en sociedades desarrolladas y/o gracias al “impul$o” bolivariano, tanto así, que aunque ya son profesionales, continúan gozando del patrocinio revolucionario (ver la presencia del entrenador cubano del club de atletismo del FC Barcelona, uniformado con la casaca vinotinto, en Tokio).
    Cuando el régimen se apropia de sus medallas, no se trata de vil oportunismo, sino de mostrar el éxito de uno de los suyos; no son víctimas de las circunstancias o despistados dando declaraciones desafortunadas, son agentes validadores de la Revolución Bolivariana. Por eso agradecen, para ellos no son llamadas incomodas, sino lógicas y son oportunidades de apología al régimen, que como chavistas, apoyan.
    Se podría decir: El “impul$o” que reciben los atletas apologistas, se trata del Estado sustentando a la Delegación Venezolana ¡como debe ser! Pero no es así, porque hay otros atletas, que también lograron la gran hazaña de clasificar a las Olimpiadas, y que si sufren el chavismo en tierras nacionales, o pateados al exilio, que fueron desasistidos, abandonados a su suerte, y que si compitieron “a pesar del Estado” y sus políticas: Andrés, Claudimar, Paola son algunos de sus nombres, y sus logros, sin ser históricos, se pueden celebrar con verdadera satisfacción, sin necesidad de sentir que se traga vidrio molido, al obviar dedicatorias. Son atletas self made, y lo son realmente “a pesar de todo”, que no se prestaron al juego validador del régimen y por tanto fueron descartados (sin pasajes, sin entrenadores, sin implementos, sin nada) quedando como fiel reflejo de la sociedad venezolana, en su parte mayoritaria.
    Del ejemplo que ofrecieron estos atletas desasistidos con su participación, es que debemos tomar inspiración para hacer la auténtica resistencia al chantaje del régimen, que plantea: no aplaudir es ser apátrida, locositor, amargado.
    No aplaudir, no es solo quedar atrapado por “la dialéctica chavista de pueblo y no-pueblo”, es entender la existencia de los campos Enchufado y No-enchufado, y reconocer que estamos, junto a la selección de volleyball varada en Maiquetía, “en el segundo campo”.
    Es totalmente cierto, el chavismo No es Venezuela, y a “una banda criminal no podemos dejarle romper aquellos ligámenes que todavía nos unen” pero tampoco podemos dejar que nos emborrachen, arropados con la bandera, con grandes gestas, cuando estas, declarado por sus protagonistas, conllevan una ofrenda al monstruo que nos devora.
    El ligamen seria falso, no hay que excusarlo debido a que “en los registros históricos esos detalles no figurarán”; sobre todo cuando hay ejemplos heroicos (Andres, Claudimar, Paola…) que si servirían de amalgama, no identificarnos con los atletas que vívidamente nos encarnan, es perder la brújula y no distinguir cuando estamos comprando júbilo y pagando con la moneda de nuestra conciencia y libertad.

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