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Vietnam cayó cuando los Estados Unidos fueron derrotados por su prensa izquierdista

La guerra de independencia de Vietnam contra Francia fue una oportunidad para el poder soviético, su renuente satélite chino y la teoría leninista del imperialismo. En tiempos de descolonización, los aparatos comunistas de las colonias, con apoyo del Comintern, encabezaban luchas por la independencia nacional para imponer el modelo soviético hasta donde fuera posible sobre lo que pronto se denominaría tercer mundo.  El grueso de la intelectualidad nativa de las colonias –formada en universidades de sus metrópolis– adoptaba una u otra variante del socialismo. Moscú entendió que incluso entre las colonias que escaparan a la órbita soviética, esas nuevas naciones serían antioccidentales y socialistas en algún grado.

De la victoria del Viet Min –de Ho Chi Minh y Vo Nguyen Giap– sobre Francia, salió un Vietnam dividido. Al norte, los comunistas establecieron un satélite soviético apoyado en China. Al sur, se intentó, sin éxito institucional, una república democrática. El sur sufrió corrupción y autoritarismo dando tema a la agitación comunista. No obstante, tenían propiedad privada y un nivel de vida inimaginable en el norte. La propaganda del norte presentó al sur –mediante el aparato internacional de agitpro soviético y legiones de tontos útiles en intelectualidad y prensa occidental– como colonia enmascarada. Lanzó  guerrillas a una conquista que vendían como “liberación”. Washington, tras la guerra de Corea, entendía que la contención del comunismo en Indochina exigía el retiro de Francia y un gobierno vietnamita pro-occidental. A eso apostó  la compleja realidad política de Vietnam del sur involucrándose en escalada. Empezó con armas y entrenamiento y concluyó con soldados americanos sobre el terreno.  

Fueron tiempos de agitación en los Estados Unidos. Hubo conflictos de derechos civiles y segregación racial. La nueva izquierda erosionó la cultura. El Partido Demócrata adoptó un progresismo escasamente influido por el neomarxismo, que ya era ideología muy influyente en universidades, pero todavía poco en la prensa escorada a izquierda (prensa progresista que protegía influyentes agentes del poder soviético, como el infame Walther Duranty). Con conflictos culturales, políticos y generacionales en los Estados Unidos, Giap entendió que su guerra contra Estados Unidos y sus aliados del sur nunca la ganaría en el terreno –era materialmente imposible– pero podría hacerlo en la opinión pública estadounidense. 

Luchar contra la primera potencia del globo por desgaste implicó tácticas cómodas para un totalitarismo socialista:

  • completo desprecio por pérdidas humanas y materiales entre sus soldados y civiles;
  • agitación y propaganda izquierdista en los Estados Unidos; 
  • llevar la batalla al enemigo en una guerra de propaganda para la que Washington no estaba preparado; 
  • ganar esta guerra mediante la prensa de los Estados Unidos, haciéndola tan impopular que llegase a ser políticamente insostenible para una democracia.

El neomarxismo vio en Vietnam su primera victoria sobre los Estados Unidos, algo que es una verdad a medias. Como tendencia en el socialismo de los Estados Unidos –en aquel momento, la más influyente en el radicalismo juvenil de clase media y alta– fue clave en la agitación de calle. Esta agitación, llevada a la televisión y primeras planas, incrementó el rechazo a Vietnam, aunque carecía entonces de su enorme influencia actual en la prensa de izquierda. Lo importante es que, sin esa agitación y propaganda en los Estados Unidos, la guerra de Vietnam –aunque librada desde el bloque soviético con tácticas diferentes a Corea–  difícilmente hubiera terminado de forma diferente a la de Corea.

Sin embargo, concluyó con el retiro de fuerzas americanas, colapso del gobierno y ejército del sur, conquista comunista del sur, el drama humano de los Boat People –de 1975 a 1990–, la  victoria del genocida experimento de Pol Pot en Camboya y ventajas geoestratégicas soviéticas en el sudeste de Asia, y mayor influencia soviética en el tercer mundo. Vietnam, fiel satélite soviético, sirvió luego de contención al cada vez menos confiable Mao. Derrocó –tras más de dos millones de camboyanos exterminados– al filomaoísta gobierno de Camboya. Así, Indochina sufrió el resultado de una guerra que Washington perdió en su prensa, opinión y política interna. ¿Cómo? Pues veámoslo mediante un icónico ejemplo del sesgo de la prensa estadounidense sobre Vietnam. La foto del general survietnamita Nguyen Ngoc Loan apuntando su revólver a la cabeza del prisionero vestido de civil -ejecutado en el acto–  le valió  a Eddie Adams el Pulitzer. Despojada de contexto, fue la máxima herramienta de desinformación y propaganda sobre Vietnam. 

¿O acaso sabía usted que la supuesta víctima era un efectivo de fuerzas militares del norte –combatiendo vestido de civil en el sur– que asesinó en esa ofensiva del Tet a soldados, policías y civiles sur vietnamitas? ¿O que combatiente disfrazado de civil –o con uniforme enemigo– puede ser ejecutado en el acto sin violar el derecho de guerra? No de otra forma terminaron buena parte de los soldados alemanes que aplicaron la misma táctica a finales de Segunda Guerra Mundial, contra fuerzas angloamericanas. ¿No lo sabía? El fotógrafo sí, y rechazaba las infamias contra el general Loan, al que consideraba un héroe. Pero la prensa, que hizo de su foto el ícono de los tiempos, se negó a informar lo que sabían de sobra.

La historia de Vietnam fue contada casi completamente al revés, con héroes en el papel de villanos y villanos en el de héroes. En el gran mural de la opinión, la prensa izquierdista americana pintó un Vietnam con el lado malo como el bueno (y viceversa). La mayoría de los americanos lo creyeron entonces y todavía lo creen. Así cayó Vietnam, y así pueden perderse nuevas guerras –abiertas o de influencia– contra la nueva superpotencia totalitaria enemiga. Esta derrota es producto de un inconsciente enemigo interno que crece cuando unos pocos malvados manipulan a muchos idiotas –con desinformación y adoctrinamiento– en universidades, prensa y calles. Nos guste o no.

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