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Votaré contra AMLO, y estas son mis razones

Imagen: Unsplash https://unsplash.com/photos/vZ9TqSm9ZsQ

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El 6 de junio votaré contra AMLO. Recorreré casi 700 kilómetros y entraré a la casilla con el único, absoluto e irrenunciable objetivo de votar en contra de Andrés Manuel López Obrador, de su proyecto político y de su estrategia para someter a México a una regresión institucional que arrastre al país a los peores tiempos del presidencialismo caprichoso y del socialismo demagógico.

En la boleta marcaré mi respaldo a los candidatos de Acción Nacional, porque en el estado de Guanajuato el PAN es el partido con mayor fuerza para derrotar a la alianza obradorista. Sin embargo, con casi idéntica convicción votaría esta vez por el PRI, el PRD o hasta Movimiento Ciudadano, si dichos partidos encabezaran en mi distrito la oposición a Morena (el partido de AMLO).

Así de claro. Así de definitivo. Quizá por primera vez desde tengo derecho a votar, en esta oportunidad no haré voto diferenciado ni anularé alguna boleta. Votaré contra AMLO, en todo, porque de eso depende salvar la esperanza de construir un futuro viable para el país. Porque, más allá de la infinidad de defectos, corrupción y problemas de la partidocracia democrática mexicana, esta sigue siendo menos terrible que el regreso a un partido de Estado, que es incluso peor en cuanto a corrupción e incompetencia.

Y para mí este es el punto clave. El 6 de junio no votaremos “por” el PAN, el PRI, el PRD o Movimiento Ciudadano como una señal de respaldo irrestricto a las agendas y las acciones de dichos partidos, cuyos errores y tradiciones tuvieron una enorme influencia para llevar al país a la situación actual, pues López Obrador no habría ganado sin la torpeza insípida de Fox, la bravuconería contraproducente de Calderón o la corrupción cínica de Peña Nieto.

Es igualmente cierto que la partidocracia sistemáticamente se ha negado a corregir sus problemas de fondo, y por el contrario ha construido un sistema de castas cada vez más cerrado a la participación incluso de su propia militancia.

Lo acepto, y la verdad es que si las circunstancias actuales fueran las de una elección normal, muy probablemente millones de personas lo pensaríamos, nos quedaríamos en casa, o votaríamos por Batman en un pueril (pero comprensible) intento de mostrar nuestro repudio a la arrogancia y el fracaso del sistema político.

Pero esto no es una elección normal. No está en juego de qué color se disfraza una mafiecita socialdemócrata para hacer negocios al ritmo de una agenda de políticas públicas estándar. Lo que pretende López Obrador es mucho más dramático y perverso: quiere controlar la Cámara de Diputados y los gobiernos locales para alterar el sistema de manera irreversible a su favor.

Votaré contra AMLO, porque…

AMLO no quiere un contrato para construir carreteras y quedarse el 10 %, quiere quedarse con todo. Quiere que en 2024, 2027, 2030 y durante décadas su partido sea el partido del Estado, que sus caprichos sean la política del Estado, que sus banderas sean las banderas del Estado y sus consecuencias la carga del pueblo al que pertenezco.

AMLO pretende desvanecer todos los avances por los que luchamos durante décadas en materia de equilibrio de poderes, democracia, transparencia y modernización del Gobierno. Busca que todas las decisiones, entonces, las tome el presidente y que todo nuestro futuro dependa de su gracia o buen humor.

Así vivió México durante prácticamente toda su historia: sometido a un caudillo cuyo poder permanecía hasta que era derrocado por el siguiente patán, sin que los “ciudadanos” tuviéramos más opción que la de resignarnos a una especie de síndrome de Estocolmo y aplaudir con sonrisa temerosa las “grandes” ideas del presidente en turno, mientras con el rabillo del ojo leíamos entre líneas, con la vana esperanza de enterarnos a tiempo cuándo sería la siguiente gran crisis económica.

A ese México quiere regresar López Obrador. Al México cerrado al mundo, donde no había libertad para elegir Gobierno, ni productos más allá de aquellos autorizados por el régimen, donde la falta de competencia sistematizó la incompetencia, donde sindicatos “organizaciones sociales” y vividores del relajo amenazaban constantemente con la siguiente invasión, la siguiente expropiación o la siguiente demanda de un nuevo privilegio (conquista social) a costa de todos los demás.

Al México donde la corrupción era el único camino y la esperanza de la sociedad consistía en salir adelante a través de un pequeño monopolio (una notaría pública, un puesto ambulante, una concesión de taxi, una cooperativa pesquera, un certificado ejidal), porque “el que no tranza no avanza” y “vivir fuera del presupuesto es vivir en el error”.

Al México del viejo PRI, donde solo los privilegiados del régimen podían disfrutar las mieles del capitalismo que se le negaba por sistema, por ley y por principio al resto de la población; donde cualquier trámite requería meses de súplica, muchos pesos de mordida (soborno) y una patética cara de gratitud ante el misericordioso funcionario que finalmente se dignaba a hacer su trabajo.

Y sí, sé que todavía permanecen muchas partes de ese México terrible, porque no fueron corregidas durante la transición y que la corrupción se volvió más evidente una vez que la prensa tuvo libertad para denunciarla, haciendo creer a muchos que el México moderno era más corrupto que el antiguo, a pesar de que eso no sea cierto.

Sí, la alternancia en el poder no fue la solución mágica de los problemas del país y que, engolosinados en administrar la mediocridad y enriquecerse de ella, panistas y demás políticos impulsaron en beneficio propio una enorme cantidad de reformas, obras y programas demagógicos.

Votaré contra AMLO, porque es necesario impedir el retroceso autoritario. Imagen: EFE/Sáshenka Gutiérrez
Votaré contra AMLO porque es necesario impedir el retroceso autoritario. (EFE)

Aun así, regresar al pasado sería peor.

Urge entender, de una vez por todas, que la elección del próximo 6 de junio no será “entre los malos de siempre del PRIAN y los buenos de Morena”. Por el contrario, se trata de decidir entre los mediocres del PRIAN y los corruptos sistemáticos, autoritarios e infinitamente peores de Morena.

Así de claro. Incluso si damos por ciertas todas las acusaciones que puedan lanzarse contra la transición democrática, López Obrador y Morena son simplemente una versión empeoraba de todos los defectos opositores. Son más corruptos, más demagógicos, más incompetentes y más cerrados a la sociedad. Los resultados están a la vista, en la economía, en el colapso de los sistemas de salud y en la PEOR situación de inseguridad en la historia moderna del país.

Por eso votaré contra AMLO, consciente de que incluso si le ganamos estas elecciones a López Obrador eso no significa el final de la pesadilla. Después de todo, Andrés Manuel seguirá siendo presidente cuando menos hasta el 2024, seguirá teniendo mayoría en el Senado y seguirá disponiendo de los inmensos recursos del Gobierno federal para construir su agenda de destrucción de las instituciones, empobrecimiento de la economía y aislamiento del país.

Sin embargo, si le ganamos el 6 de junio tendremos al menos la esperanza de una competencia equilibrada en las elecciones presidenciales del 2024, y sólo por eso vale la pena viajar 700 o hasta 7,000 kilómetros para llegar a la casilla y votar, en mi caso, por el PAN.

¿Y qué sigue después del 6 de junio?

Sigue exigirles a los partidos de oposición que sean un contrapeso real a los caprichos de AMLO. Presionar para que los corruptos del PAN, PRI, PRD y Movimiento Ciudadano queden fuera de las candidaturas para la siguiente elección.

Sigue continuar impulsando una agenda que parta de la importancia de la vida, la libertad y la propiedad de cada mexicano.

Sigue denunciar las propuestas idiotas y “buenistas” de los opositores e igualmente denunciar las propuestas demagógicas y tiránicas del obradorismo.

Sigue, pues, hacer política, pero primero toca votar. El 6 de junio votaré contra AMLO, porque del resultado de esa elección dependerá todo lo demás durante décadas.

Gerardo Garibay Camarena, is a doctor of law, writer and political analyst with experience in the public and private sectors. His new book is "How to Play Chess Without Craps: A Guide to Reading Politics and Understanding Politicians" // Gerardo Garibay Camarena es doctor en derecho, escritor y analista político con experiencia en el sector público y privado. Su nuevo libro es “Cómo jugar al ajedrez Sin dados: Una guía para leer la política y entender a los políticos”

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