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El Washington Post apoya a la tiranía de Venezuela

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A partir de pequeños triunfos no se recuperará la libertad de Venezuela. Lo que propone el Washington Post en su editorial Venezuela’s blatantly rigged election poses a test for Biden disiente de lo que verdaderamente necesitan los venezolanos, hoy secuestrados por Nicolás Maduro. Todo el editorial es, de hecho, bastante problemático.

Culpar a las sanciones del drama humanitario que impera en el país latinoamericano es absolver a los verdaderos responsables. Si hoy millones de venezolanos han huido de su país, no es debido a las sanciones quirúrgicamente diseñadas para abatir a la nomenclatura del régimen. Es, de hecho, debido a la destrucción plena del aparato productivo. Esto empezó muy temprano en los tiempos de Chávez, aunque sea imposible de reconocer por la izquierda moderada.

Ya mucho antes de que la primera sanción fuera impuesta por el Gobierno de Barack Obama, en 2014, Venezuela atravesaba tiempos difíciles, marcados por la escasez y una estampida de multinacionales. Las expropiaciones, el control de precios, control de cambio y las leyes que regulaban el ejercicio laboral desembocaron, en el 2008, en los primeros episodios de apuros económicos. Fueron solo un preludio de lo que vendría.

Y si hoy Venezuela, un Estado rentista que jamás pudo superar su dependencia de la industria petrolera, atraviesa tiempos dramáticos, y su gallina de los huevos de oro, la estatal PDVSA, anda a punto del colapso, tiene que ver más con la politización y el saqueo de la industria que con la voluntad de la administración de Donald Trump de impedir el comercio entre Venezuela, un Estado criminal, y países como Cuba o Irán, otros Estados criminales.

Bastante conocida es la purga de profesionales que llevó a cabo Hugo Chávez a principios de los 2000 en PDVSA y la cifra exacta del saqueo que sufrió el país durante diez años: 700 mil millones. Por esto es que Venezuela, durante su época de mayor bonanza, terminó más similar a Somalia que a los países escandinavos.

Las sanciones no son las responsables. Estas, de hecho, se han convertido en un dolor de cabeza para los altos jerarcas del régimen, que ya no pueden disfrutar sus inmensas fortunas en países donde impera el capitalismo. Los verdaderos responsables del drama están en Caracas. También en La Habana. Y son unos delincuentes, con grandes amigotes que le han declarado la guerra, no solo a los venezolanos, sino a Estados Unidos y al mundo libre, pleno.

No es reduciendo la presión y llegando a acuerdos, como propone el Washington Post, que se liberará a los venezolanos. Hacer nada jamás será mejor que hacer algo. Sugerirle a la eventual administración de Biden quedarse de brazos cruzados y desmontar la agresiva política blandida por la administración de Donald Trump, es condenar a los venezolanos a muchos años más de socialismo. No solo se necesita más presión. Se requiere la decidida voluntad de arrancar de Venezuela a los mayores grupos criminales que han pisado este hemisferio.

Como alertó Hannah Arendt hace décadas: peor que el mal, son los que, sin saberlo, se prestan a la estructura de sus enemigos. Un Estados Unidos dócil, que disienta de lo que fue el Gobierno de Trump, es un Estados Unidos útil para quienes han instalado en Venezuela sus bases de operaciones con propósitos liberticidas. La banalidad del mal propuesta a Joe Biden por el Washington Post.

The Editorial Board

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