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¿Qué busca a largo plazo el socialismo democrático de la política woke?

socialismo democrático, El American

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El socialismo totalitario que se intentará imponer “democráticamente” en los próximos años sobre los Estados Unidos es maltusiano, ecologista y neomarxista. Entenderlo pasa por tomar nota de que para integrar en un cuerpo de doctrina marxista al maltusianismo, los teóricos del neosocialismo dieron su propia justificación a la siempre incumplida profecía de Marx sobre la miseria creciente del proletariado bajo el capitalismo. 

El socialismo democrático

De la teoría económica marxista se deduce necesariamente que los salarios de los obreros caerían al nivel de subsistencia, al reproducirse los proletarios en mayor número con cada incremento de niveles salariales. Que la profecía jamás se cumpliera no significó que los marxistas la abandonaran, atribuyeron a diversas causas lo que consideraban un mero retraso e insistieron en que sí ocurriría finalmente, aunque de los días de Marx a los nuestros no ha dejado de ocurrir lo contrario. Y la justificación del “retraso” que permitió una síntesis de neomarxismo y maltusianismo fue la del teórico ecologista, Barry Commoner:

“Marx creía que a medida que el capital se acumulaba, la cantidad de sus formas fijas (maquinaria productiva) –que se relaciona con lo que llamaba la ‘composición orgánica del capital’– se incrementaría […] la tasa de beneficio disminuiría. Para contrarrestar […] los capitalistas necesitarían hacer incursiones cada vez mayores en la porción de la producción que va a los trabajadores. Las clases trabajadoras se verían cada vez más empobrecidas y el creciente conflicto entre capitalista y trabajador llevaría […] al cambio revolucionario […] que ha fallado en materializarse –hasta ahora– […] por el medio ambiente […] Como apunté en The Closing Circle, ‘Una empresa que contamina el medio ambiente está por tanto viéndose subsidiada por la sociedad’ […] esta situación lleva a ‘un efecto colchón temporal de deuda con la naturaleza’ representado por la degradación de medio ambiente en el conflicto entre el empresario y el asalariado, que al llegar ahora a sus límites puede revelarse en toda su crudeza […] la aparición de una inmensa crisis en el ecosistema puede considerarse […] la señal de una crisis emergente en el sistema económico”.

Hasta el momento el neosocialismo no ha tomado el poder por la fuerza. Ha empleado el terrorismo urbano de baja y media intensidad con tácticas de revolución molecular disipada. Y ha manipulado  información, reglas e instituciones para torcer resultados electorales mediante desinformación y censura en una colusión de grandes tecnológicas, gran prensa, sindicatos y políticos. 

Pero fueran limpias o no, únicamente han ascendido al poder mediante elecciones. Sus tácticas para avanzar hacia el totalitarismo son por ello muy diferentes de las del socialismo revolucionario del siglo pasado.

Por eso hay que insistir en que no se trata de una socialdemocracia con nuevos temas, es un proyecto revolucionario de ultraizquierda radical neomarxista revolucionario, con aspiraciones tan o más totalitarias que las de los dos grandes totalitarismos socialistas del siglo pasado –uno de los cuales llegó al poder por medios democráticos y desde ahí avanzó rápidamente al totalitarismo– y en ese sentido, lo único que diferencia al socialismo “democrático” de la izquierda radical del nuevo Partido Demócrata en Washington y la dictadura de Maduro en Caracas son los 20 años en el poder durante los que el chavismo destruyó la institucionalidad y la economía de Venezuela. 

La primera elección que ganó Hugo Chávez en Venezuela ni siquiera fue objetada como la de Biden-Harris. Pero ya en el poder se ocupó de poner fin, tan rápidamente como le fue posible, a cualquier división de poderes e independencia institucional. Por medios no muy diferentes de los que ya exige a la administración Biden su propia ultraizquierda.

Todo el asunto, amigo conservador, apunta finalmente a una característica del viejo sistema soviético –retomada y reajustada por el nuevo tecno-totalitarismo seudocapitalista de Beijing– rara vez analizada adecuadamente: el explotador sistema de incentivos soviético. Como explica el economista Mancur Olson, el poder soviético:

“Fijó los sueldos y salarios de las personas a niveles muy bajos, y tomó la mayor parte del valor de la producción individual a través de una tributación implícita […] las personas no podrán darse el lujo de descansar mucho debido a la alta tasa de impuestos [implícitos] y […] mientras las tasas de impuestos marginales estuvieron en cero, o muy bajas, Stalin solo necesitaba pequeños diferenciales en las tasas inframarginales […] El relativo alto grado de igualdad en el pago inframarginal, pero las ganancias marginales ligeramente gravadas, o libres de impuestos, son precisamente las condiciones que maximizaban la recolección de impuestos para el líder totalitario. 

[…] Gran parte de la producción de las granjas del Estado fue tomada de los salarios pagados a los obreros […] así no suministraban una gran entrada al régimen. Stalin escogió las granjas colectivas […] hizo que los miembros de las granjas colectivas fueran los responsables de proveer la cantidad […] que él reclamaba: las granjas colectivas no podían mantener los recursos necesarios para pagar los salarios de las granjas del Estado […] fue diseñada para ser “colectiva” en el sentido de “colección” (recaudación) y no de “colectivista”.

Es un sistema explotador que depende del empobrecimiento y dependencia de las grandes mayorías a las que afirma falsamente liberar. Todo en beneficio de los pocos privilegiados que controlan el poder totalitario. Y eso es perfectamente compatible con una colusión de grandes negocios mercantilistas con el poder político en torno una ideología totalitaria compartida. 

Así funcionó el nacionalsocialismo alemán del siglo pasado. Y así funciona el nuevo tecno-totalitarismo de Beijing. O la extraña combinación de Estado fallido y dictadura totalitaria en Venezuela. Como así también funciona todavía al estilo soviético en Cuba y Corea del Norte. Porque al final todos apuntan a dividir, debilitar, empobrecer, sojuzgar y explotar.

Eso y no otra cosa es lo que pretenden imponer “democráticamente” en los Estados Unidos a mediano y largo plazo, contra la decidida resistencia  del medio país que todavía defiende el legado de libertad de los padres fundadores.

Guillermo Rodríguez is a professor of Political Economy in the extension area of the Faculty of Economic and Administrative Sciences at Universidad Monteávila, in Caracas. A researcher at the Juan de Mariana Center and author of several books // Guillermo es profesor de Economía Política en el área de extensión de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Monteávila, en Caracas, investigador en el Centro Juan de Mariana y autor de varios libros

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