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Si Putin es Hitler, negociar con él será contraproducente. Imagen: FE/EPA/RUSSIAN DEFENCE MINISTRY PRESS SERVICE

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Conforme avanzan los días, la guerra en Ucrania se vuelve más cruel. El Ejército ruso está asesinando directamente a los civiles, y cualquier justificación o pretexto en el sentido que las intenciones de Moscú se limitaban a “proteger” a los rusoparlantes de Lugansk y Donetsk ha quedado completamente destruida ante el peso de la realidad y la escala de los ataques.

El hecho claro, innegable, contundente, es que Vladimir Putin busca la sumisión absoluta de Ucrania. La quiere destruida, desarmada, arrojada a sus pies. Las declaraciones y actos del régimen ruso en las últimas semanas han dejado claro que pretenden recuperar las viejas fronteras del imperio soviético, construir nuevos equilibrios internacionales, a costa de naciones soberanas, y aplastar a quienes se le pongan en el camino.

En el paroxismo de su capricho, el Kremlin ha llegado al punto de lanzar amenazas más o menos sutiles en contra Suecia, Finlandia y esencialmente cualquier país que se atreva a enfrentar su proyecto expansionista. Como resultado, entre las reacciones de diplomáticos y analistas, surge cada vez más la comparación entre el Vladimir de hoy y el Adolfo del siglo pasado. La pregunta, que hace unos años habría sido descartada con sonrisas burlonas, hoy amerita una reflexión cada vez más seria.

¿Y si Putin es Hitler?

No es una simple falacia ad hitlerium, ni un mero insulto de esos que rellenan los debates políticos en las redes sociales. Es un cuestionamiento serio, cuyas implicaciones son muy profundas para toda la humanidad. ¿Qué pasa si Putin opta por convertirse en un Hitler? Es decir, ¿qué pasa si Vladimir, en forma similar a la de Adolf 90 años antes, opta por la agresión militar como el camino para consolidar su proyecto político a escala continental?

Las semejanzas están a la vista. La maquinaria propagandística rusa justificó la invasión de Ucrania bajo el pretexto de cuidar a los rusos étnicos y preservar el espacio de influencia de la nación rusa, un argumento muy similar al del lebensraum o espacio vital enarbolado por la Alemania nacional-socialista como bandera para sus invasiones.

Vista bajo ese lente, la invasión de Ucrania tiene varias semejanzas con los ataques de Hitler en contra de Austria y Checoslovaquia, que le sirvieron para poner a prueba la reacción de los poderes europeos y de los Estados Unidos, mientras consolidaba sus posiciones militares apalancado en el pretexto de una supuesta hermandad étnica. En aquel momento la reacción europea fue de cobardía. Esencialmente le dieron gusto a Hitler, con la esperanza de que esos triunfos en sus fronteras lo tranquilizarían.

Sabemos que no fue así. Las fáciles conquistas de Austria y Checoslovaquia consolidaron el mito nacional socialista en la mente de los alemanes e incrementaron el apetito de Hitler y su banda, que voltearon la mirada hacia territorios más extensos. Cediendo ante el tirano, los gobiernos de Francia y el Reino Unido cometieron el peor error diplomático de su historia moderna; al humillarse para evitar la guerra se quedaron con la humillación y con la guerra.

Ahora bien, aunque para nosotros, casi 1 siglo después, resulta obvio que a un psicópata inescrupuloso como Hitler hay que pararlo desde el inicio, los europeos de los años 30 no tenían la ventaja de nuestros libros de historia. Es muy fácil condenar a los protagonistas cuando sabemos de antemano en qué resulta la trama. Es mucho más difícil tomar una posición contundente cuando esa historia todavía no ha sido escrita.

1.5 millones de personas han tenido que escapar de Ucrania. Si Putin es Hitler, estas escenas se repetirán a lo largo de Europa. EFE/EPA/DUMITRU DORU
1.5 millones de personas han tenido que escapar de Ucrania. Si Putin es Hitler, estas escenas se repetirán a lo largo de Europa. EFE/EPA/DUMITRU DORU

Y ello me lleva de regreso a la pregunta inicial de este artículo: ¿Y si Putin es Hitler?

Si la respuesta es afirmativa y efectivamente el caudillo ruso está dispuesto a destruirlo todo a cambio de consolidar su imperio, el escenario de la crisis actual se vuelve infinitamente más complicado, pues, a diferencia de su colega Adolfo, Putin dispone de uno de los mayores arsenales nucleares en todo el mundo, y tácitamente ya amenazó con usarlo.

Desde el inicio de la invasión contra Ucrania, el régimen ruso amenazó con consecuencias nunca antes vistas a quienes respalden al ejército ucraniano, y ello implica una amenaza masiva para la vida en este planeta. Así de sencillo: en 1938, Hitler tenía tanques y bombarderos capaces de lanzar una blitzkrieg para aplastar a Francia, Bélgica y Polonia en cuestión de semanas. Putin tiene las ojivas para carbonizar cientos de millones de personas en cuestión de minutos.

  • Entonces, la respuesta correcta sería la de “dejarlo hacer”, para evitar que utilice ese arsenal, ¿cierto? No. No es tan sencillo.

Si Occidente opta por la prudencia y permite que Putin se quede con el control de Ucrania, los políticos de Washington, Londres, Paris y Berlín quizá puedan celebrar esa misma “paz para nuestro tiempo” que Chamberlain presumió en 1938, pero al costo altísimo de traicionar el pueblo de Ucrania, a cambio del mero aplazamiento de un conflicto inevitable.

Putin ya ha declarado públicamente que la independencia de las naciones que estuvieron sometidas a la Unión Soviética fue un error, y basta un poco de sentido común para entender que la apuesta rusa no se detendrá en Ucrania. Quizá el oso de Moscú se entretenga algunos meses devorando al pueblo y a las instituciones ucranianas, pero más pronto que tarde volteará su mirada avariciosa hacia Polonia, hacia Bulgaria, Rumania o las repúblicas del Báltico. Y su siguiente ataque estará alimentado por el orgullo y la “legitimidad” de su conquista en Ucrania.

En otras palabras, si Putin es Hitler, darle Ucrania solo lo fortalecerá, y más pronto que tarde Europa y Estados Unidos tendrán ante sus ojos una decisión tan amarga como evidente: detener Rusia utilizando toda la fuerza militar y política occidental, incluso aunque ello implique el riesgo o incluso la realidad de una guerra nuclear, o ceder ante los caprichos de Putin y permitirle consolidar su nuevo imperio como el zar Vladimir, gobernante de Europa y tirano de cientos de millones de personas.

Sí Putin es Hitler, si está dispuesto a ver al mundo arder con tal de satisfacer sus ambiciones, Occidente no podrá mantenerse mucho tiempo en el terreno de las medias tintas, por tercera ocasión en 300 años habrá que decidir: o lo enfrentamos con todo, o le regalamos Europa. En 1815 los aliados enfrentaron y derrotaron el tirano francés. En 1945 derrotaron el tirano alemán, y ahora toca el turno de lidiar con el tirano ruso.

Es un momento definitivo. Es, para los gobernantes, la responsabilidad de crear historia en aguas desconocidas y con las vidas de millones de personas en juego. Es un momento para definir nuestro siglo y nuestra vida. Ojalá que decidan bien.

Gerardo Garibay Camarena, is a doctor of law, writer and political analyst with experience in the public and private sectors. His new book is "How to Play Chess Without Craps: A Guide to Reading Politics and Understanding Politicians" // Gerardo Garibay Camarena es doctor en derecho, escritor y analista político con experiencia en el sector público y privado. Su nuevo libro es “Cómo jugar al ajedrez Sin dados: Una guía para leer la política y entender a los políticos”

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