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America Last

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Por décadas gobiernos demócratas y neoconservadores arrojaron a los Estados Unidos a una automutilación geopolítica, bélica, económica y social que debilitó el excepcionalismo norteamericano. Con ellos, corporaciones asociadas al proyecto que llamaremos “America Last” se anotaron cifras de siete dígitos en adelante mientras trabajadores estadounidenses perdían sus empleos, sus vecindarios se desgarraban y sus familiares caían eternamente en el Medio Oriente.

Hace un par de días el ex secretario de Defensa de Trump, el neocon Jim “Mad Dog” Mattis pidió a Biden eliminar« la política “America First”» de Trump. Si damos un simple vistazo al récord diplomático del presidente veremos que, a diferencia de los treinta años anteriores, el presidente Trump no inició ninguna guerra; de hecho replegó casi todas las tropas que nunca debieron haber sido desplegadas. Pero la actitud de Mattis, más que traidora —no se puede esperar menos de un neocon—, emana un desprecio al hogar muy presente en las grandes corporaciones, en muchos movimientos sociales y en las grandes élites demócratas y republicanas.

«Oikofobia» lo llamó Sir Roger Scruton —que Dios lo tenga en su gloria—. Oikos, que en griego puede significar «hogar», «herencia», «pertenencia» unido con phobia que significa «miedo» o «desagrado», componen la palabra en un griego bastante analítico. Oikofobia, define el profesor Scruton, es lo contrario a la xenofobia (el desagrado o desprecio a extranjeros) y sería el desprecio por el hogar, por lo propio.

«Es una etapa por la cual la mente adolescente pasa. […] Como George Orwell apuntó, intelectuales de la izquierda son especialmente proclives a ella, y esto los ha hecho frecuentemente agentes conscientes de poderes extranjeros».

Sir Roger Scruton, Inglaterra y la necesidad de las naciones

Sin embargo, me tomo la amabilidad —limpiándola de cualquier atisbo arrogante— de extender el alcance de este desprecio por la Patria, hasta el plano de la derecha también. La Oikofobia es un mal que puede encontrarse actualmente en izquierdas y derechas: por un lado, la izquierda detesta la Patria porque es una creación burguesa y fascista que oprime al pueblo. Por otro, la derecha la encuentra como una maroma socialistoide que torpedea el libre mercado.

Si para la izquierda la Nación es un látigo —y el patriotismo los latigazos—, para esta derecha economicista, tenue, reaganiana, la Nación es el que latiguea el costillar. Pero ninguno entiende que ni el látigo, ni el que latiguea es lo que está mal: es la tortura —como la negación de la importancia de la Nación— lo que está verdaderamente mal.

Chesterton, Biden y Mattis en Pimlico…
Biden no es un acérrimo comunista: ¡es un OLIGARCA! Y no le importa si Estados Unidos es bueno o malo, su interés está en justificar y prometer su camino hasta el máximo enriquecimiento. (Fuente: Wikipedia)

Frecuentemente regreso a un libro en particular cuando necesito salirme de mis propias perspectivas; Ortodoxia, de Chesterton, me ayuda siempre a ello. En el capítulo «La bandera del mundo», el filósofo trata la idea del patriotismo no en torno a un país, sino a un barrio, que el pie de página describe como uno «… de Londres, pobre y atrasado» llamado Pimlico.

La idea central es que el patriotismo no es ni un rechazo de la precariedad de Pimlico, ni una justificación de esta: se trata de amar a Pimlico con un amor arbitrario y trascendente como el de una madre por su hijo. Dice Chesterton: «si apareciera un hombre que amara al Pimlico, el Pimlico se elevaría en torres de marfil y en pináculos dorados. El Pimlico se engalanaría como una mujer cuando es amada. Porque la decoración no es para esconder algo horrible sino para adornar una cosa ya adorable».

Es decir, no se trata de una mejoría o de una crítica, sino de una «lealtad elemental».

«El punto es que cuando amas algo, su alegría es una razón para amarlo, y su tristeza es una razón para amarlo más. Todos los pensamientos optimistas sobre Inglaterra y todos los pensamientos pesimistas sobre ella son razones similares para el patriota inglés. […] Los hombres no amaban Roma porque ella era genial. Ella era genial porque la habían amado».

G.K. Chesterton

El pesimista y el optimista, a ojos de Chesterton, son las distorsiones del amor y de esta lealtad elemental, porque el pesimista anuncia el fracaso y no siente dolor por ello, solo anuncia el latigazo pero no condena la tortura ni se revienta el lomo hasta transformar la ley que la ampara. El optimista por otro lado, es capaz de justificar los latigazos como castigo arguyendo un beneficio laboral para el que latiguea.

El arquetipo del optimista lo podemos encontrar en el anti-patriotismo de Biden, cuando busca absoluta aprobación a través del victimismo y la humillación —que Chesterton cataloga como traición—. De esta forma, Joe Biden traiciona a los Estados Unidos no porque el país le haya hecho un mal en el pasado, sino porque le es rentable hacerlo. Biden no es un acérrimo comunista: ¡es un OLIGARCA! Y no le importa si Estados Unidos es bueno o malo, su interés está en justificar y prometer su camino hasta el máximo enriquecimiento. El aspecto por el que Biden «ama» los Estados Unidos, es la causa de la destrucción del país.

Por otro lado, el pesimista encarnado en el America Laster de Mattis, vilipendia una de las administraciones más patriotas de la historia norteamericana, y que se preocupó por la unidad esencial de la Nación: el Little Guy —el hombre común, Andrew Jackson dixit. El «Perro Loco», pesimista por la deslealtad de Trump a las corporaciones belicistas, «usa la libertad que la vida le proporciona […] para alejar a las gentes de su bandera».

Es decir, no es un problema de perspectiva, sino un problema moral.

Por un lado, Joe Biden realmente detesta a Estados Unidos, o sea, el hogar de los hogares estadounidenses, pero no el dinero que puede obtener a costillas de su destrucción. Mattis, por otro, dice que es un error colocar a Estados Unidos primero —que significa poner a otros en ese lugar—, pero por nada del mundo abriría las puertas de su propia casa para que foráneos —ratas y cucarachas incluidas— hagan de su propiedad y sus recuerdos un festín.

Either way, ambos terminan siendo unos hipócritas y no tienen problema con ello.

El oik —aquel que es oikofóbico, como le llamó Scruton— prefiere poner cualquier cultura, cualquier nación, por encima de todo, menos su propia nación y la cultura de esta. America Last, presente en el revanchismo de Joe Biden, en la pataleta de Mattis, en el complejo industrial militar, en las corporaciones mediáticas, en el Woke Capital, en los intelectuales, en mucho de la derecha y toda de la izquierda; es simplemente el odio a valorar y, claro, «alabar al mundo en lo más cercano, en lugar de comenzarlo en lo más distante» logrando cumplir con la más esencial de las consideraciones terrenales: «que nada en la tierra se quedará sin su debido aprecio».

Rafael Valera, Venezuelan, student of Political Science, political exile in São Paulo, Brazil since 2017 // Rafael Valera, venezolano, es estudiante de Ciencias Políticas y exiliado político en São Paulo, Brasil desde 2017

1 comentario en «America Last»

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