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BLM: la revolución silenciosa para llevar el socialismo a la Casa Blanca (parte 2)

BLM

El caldo de cultivo de los movimientos radicales -entre los que Black Lives Matter (BLM) ocupa también una posición prominente- tuvo lugar de manera meteórica y clandestina durante la administración de Barack Obama que favoreció el desarrollo de un progresivo clima de odio y enfrentamiento interracial hacia las opiniones opuestas y que ganó fuerza en los sectores más extremistas, incluido el lado más influyente del espectro político progresista.

La decepción por la derrota de Hillary Clinton, la división interna del Partido Demócrata y la escasa incidencia de las movilizaciones de los sectores de la izquierda más militante habría creado el hervidero ideal. También las declaraciones de algunos políticos, como el expresidente Obama, quien al calor de las manifestaciones animaba a continuar las protestas raciales para propiciar “un cambio de mentalidad” en EE.UU.

Durante este periodo, se creó un entramado asociativo bajo el paraguas de la izquierda tradicional. Al tiempo que desde algunos medios de comunicación, asociaciones universitarias, empresas tecnológicas, organizaciones progresistas juveniles, ONG y determinadas instancias políticas se fabricaba una narrativa oficial al servicio de la manipulación con mensajes totalmente falsos.

Señalando cifras que nada tienen que ver con la realidad, la ofensiva emprendida por el entorno progresista para deslegitimar a la policía y generar odio racial es evidente. De hecho, revisando las estadísticas, la mayor parte de asesinatos y homicidios tiene lugar dentro del mismo grupo étnico y no entre grupos raciales diferentes. Según un informe del FBI de 2014 citado por Abc News, el 90% de las víctimas mortales negras en EE.UU. murieron a manos de otros delincuentes negros y el 14,8% de los blancos fueron asesinados por agresores negros.

Tras ocho años en la Casa Blanca, se esperaba que con Obama se consiguieran grandes avances en materia de política de integración, mayor reconocimiento de los derechos de las minorías, el acceso a los recursos de las comunidades negras, la justicia y reformas en el sistema educativo y en los departamentos policiales. Pero no fue así.

Encontrando una causa común para soliviantar los estados de opinión de la sociedad norteamericana, el tema del racismo sistémico, la xenofobia y los abusos policiales fue en cambio la bandera utilizada por Obama, en lugar de buscar soluciones a cada política equivocada. Es en este contexto donde cobra sentido el auge de las nuevas marcas del radicalismo norteamericano.

En 2012, la frase “Black Lives Matter” (Las vidas negras importan) se convirtió en un hashtag utilizado a nivel nacional a raíz de las denuncias por la muerte del joven negro Trayvon Martin a manos del vigilante George Zimmerman. Uno año más tarde, Zimmerman fue declarado inocente de todos los cargos por el jurado.

Pero el veredicto fue utilizado como un grito de guerra y el pretexto para que Alicia Garza, Patrisse Cullors y Opal Tometi fundaran “Black Lives Matter” bajo una estrategia de violencia continuada, siguiendo el modelo de lucha histórica de otros grupos como las “Panteras Negras” o el “Black Power” de los años 60′ que aparecieron tras la muerte de Martin Luther King.

La fascinación por el referente de ídolos a favor de la “Teología de la Liberación Negra” tiene especial penetración en el entorno de BLM. Assata Shakur, terrorista exPantera Negra, buscada actualmente por el FBI, es la guía espiritual de Alicia Garza, cofundadora de la organización y con enorme influencia mediática.

Aunque BLM ha sido catalogado por algunos analistas tan sólo como una corriente apolítica cuyos miembros se focalizan en luchar contra la ideología de extrema derecha más que en promover iniciativas que representen a un sector determinado del sistema político, en 2016 apoyaron de manera vehemente la campaña de Hillary Clinton.

Vinculada a los sectores más influyentes de la extrema izquierda norteamericana -entre los que destacan diputados y gobernadores demócratas de enorme influencia y con los que han encontrado una relación de mutua conveniencia-, BLM busca conseguir en cada acción cuotas de poder ganando elecciones o influyendo en el debate y la aprobación de leyes en el Congreso.

¿Qué sucedió en EE. UU. para que se reactivara este tipo de agrupaciones que practican la ideología de extrema izquierda y el terrorismo doméstico?

Durante la administración de Barack Obama, la caída del empleo, el aumento del gasto público, las preferencias comerciales con China en detrimento de la industria nacional, la descomposición del sistema educativo y sanitario, su política a favor del multiculturalismo y en contra de los valores tradicionales, la amenaza a la independencia de los poderes del Estado reclutó al electorado de los sectores conservadores y de la derecha. El resultado fue la victoria de Trump sobre Hillary que terminó movilizando un grupo importante de cédulas radicales durmientes, listas para entrar en acción en el momento oportuno.

Precisamente en la última legislatura de Obama, los demócratas socialistas liderados por Bernie Sanders -la mochila explosiva que carga el Partido Demócrata- multiplicaron 10 veces su número de afiliados llegando a superar la cifra de 52,000 militantes. Muchas de las propuestas del senador demócrata, como la idea de ofrecer un sistema de salud universal (Medicare for all) o de instituir una educación universitaria gratuita, fueron fundamentales para atraer a su campaña a estas organizaciones de corte marxista.

BLM y sus aliados
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¿Qué sucedió en EE. UU. para que se reactivara este tipo de agrupaciones que practican la ideología de extrema izquierda y el terrorismo doméstico? (Flickr)

Ocasio-Cortez, Rashida Tlaib, Ayanna Pressley e Ihlan Omar -conocidas como el “escuadrón” progresista de mujeres demócratas-, se encargaron de fomentar un músculo asociativo centrado en respaldar a nivel institucional y mediático a las facciones más radicales.

No extraña entonces que BML, con un fuerte discurso anticapitalista, tenga en el ala de la izquierda radical del Partido Demócrata y en los principales medios de comunicación a sus más firmes aliados, quienes le sirven de plataforma para ser habilitados y empoderados.

Sus objetivos se apoyan en lo que, los especialistas llaman la batalla cultural, y entre sus obsesiones está subvertir la forma que los ciudadanos tienen de entender el poder. Para ello no dudan en alterar los códigos de convivencia democrática, consolidar el multiculturalismo, construir una comunidad de víctimas oprimidas por el hombre blanco sobre la base del resentimiento y el odio, reformular el concepto de seguridad en función del victimismo racial, acabar con los controles de inmigración, establecer los cimientos de una sociedad que priorice el subsidio del Estado por encima del esfuerzo personal y confundir la defensa de los valores tradicionales y el amor a la patria con el supremacismo.

Juan Carlos Sánchez, journalist and writer. His columns are published in different newspapers in Spain and the United States. He is the author of several books and is preparing the essay "Nación y libertad en el pensamiento económico del Conde Pozos Dulces" // Juan Carlos es periodista y escritor. Sus columnas se publican en diferentes diarios de España y EE.UU. Autor de varios libros, tiene en preparación la obra de ensayo “Nación y libertad en el pensamiento económico del Conde Pozos Dulces”

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