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Democrático vs. antidemocrático

Democratic vs. Undemocratic

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Por GianCarlo Canaparo*

Al llegar a las elecciones de mitad de mandato escuchamos el estribillo constante de que “la democracia está en juego”. La democracia, por supuesto, no estaba en juego. Lo estaba el control unificado del gobierno por parte de los demócratas.

Esto se ha hecho eco de un tema suyo, repetido por ejemplo en las críticas al Colegio Electoral y al Tribunal Supremo, de que más democracia es siempre mejor y que las instituciones no democráticas son malas.

Si, antes de poner la antorcha a varias de nuestras instituciones, se detuvieran un momento a reflexionar sobre la historia, podrían decidir templar su retórica con un poco de matiz.

Como explicó recientemente el economista Tyler Cowen, la historia demuestra que, aunque los gobiernos democráticos tienen ventajas evidentes sobre las autocracias —favorecen la prosperidad, respetan los derechos humanos y minimizan los riesgos de los tiranos—, también tienen sus puntos débiles. Cowen explica que “muchas decisiones democráticas individuales no son muy buenas” y “hay períodos en los que a algunos países les puede ir mejor como no-democracias, aunque la democracia sea mejor en promedio”.

Este matiz se pierde en una retórica política simplista que equipara “democracia” con “cosas que me gustan” y “antidemocracia” con “cosas que no me gustan”.

Cowen advierte que este tipo de retórica conduce a un pensamiento descuidado. La democracia se convierte en una mera forma de conseguir lo que se quiere y no en un sistema de toma de decisiones colectivo cuya eficacia debe examinarse y perfeccionarse constantemente. Esto, a su vez, lleva a la gente a pensar que siempre es bueno aumentar el control mayoritario sobre una sociedad.

Cowen se detiene ahí, pero hay más lecciones que aprender. El mayoritarismo puro puede ser tan peligroso como cualquier déspota. No “peligroso” en la forma casual en que los expertos utilizan esa palabra para atacar las cosas que no les gustan, sino realmente peligroso, en el sentido de causar graves sufrimientos humanos.

La historia está repleta de ejemplos de mayorías que ejercen su poder sin restricciones antidemocráticas para perjudicar a las minorías. Los turcos lo hicieron con los armenios durante la Primera Guerra Mundial, los alemanes con los judíos durante la Segunda Guerra Mundial y los chinos con los uigures en la actualidad. Y, por supuesto, los católicos y los protestantes lo hicieron entre sí durante siglos.

La historia americana tiene un ejemplo devastador en Jim Crow. Jim Crow fue el resultado del mayoritarismo liberado de las restricciones antidemocráticas de la Decimocuarta Enmienda y del Tribunal Supremo.

Durante la Reconstrucción, diversos grupos formados por libertos, populistas, conservadores, liberales y republicanos blandieron la Decimocuarta Enmienda contra los intereses racistas que intentaban preservar la supremacía blanca. Durante un tiempo, tuvieron éxito, pero finalmente abandonaron la lucha. La democracia sin control dio entonces a los racistas un poder que utilizaron para oprimir a la minoría negra.

Sin embargo, no se ha perdido toda esperanza para la igualdad racial, porque la Decimocuarta Enmienda prohíbe el uso de ese poder con fines discriminatorios y el Tribunal Supremo no está sujeto a los vientos volubles de la democracia.

Pero durante décadas, hasta su decisión de 1954 en el caso Brown v. Board of Education, el Tribunal Supremo se negó a desempeñar su importante papel de control antidemocrático del poder democrático. Y lo que es peor, prácticamente borró la Decimocuarta Enmienda de la Constitución, sin dejar ninguna limitación al poder de la mayoría racista.

Sabemos lo que ocurrió después. Generaciones de negros americanos sufrieron discriminación, subyugación y violencia. Jim Crow ocurrió porque el poder democrático se liberó de importantes restricciones antidemocráticas.

La tendencia retórica de equiparar lo “democrático” con lo “bueno” y lo “antidemocrático” con lo “malo” pone en juego mucho más que un simple pensamiento descuidado. Los derechos fundamentales no pueden confiarse a la benevolencia de una mayoría, como tampoco pueden confiarse a la benevolencia de un rey.

Nos gusta pensar que la sociedad humana mejora con el tiempo, que “no puede ocurrir aquí” o “no puede volver a ocurrir”. Pero sí puede. La historia está llena de ejemplos de personas buenas y vecinas que sucumben al odio y al salvajismo en un abrir y cerrar de ojos.

Puede que no seamos capaces de predecir o anular las fuerzas —demagogas, crisis económicas, ideologías tribalistas, etc.— que se unen para crear esos retrocesos. Pero sí podemos crear sistemas de gobierno con vistas a anular el uso del poder al servicio de tales retrocesos.

Debemos tener cuidado de no encorsetar demasiado la democracia y eliminar así sus profundos beneficios. Pero también debemos ser conscientes de que una mayoría se enfrenta a la misma tentación de abusar del poder que tiene todo tirano.

Al fin y al cabo, la historia demuestra que los humanos somos muy malos para resistir esa tentación.

Democrático vs. Antidemocrático
Scales of Justice Law Dictionary Gavel USA Flag” por allenallen1910 está autorizada bajo CC BY 2.0.

*GianCarlo es investigador jurídico senior en el Centro de Estudios Legales y Judiciales Edwin Meese III de The Heritage Foundation.

Este artículo forma parte de un acuerdo entre El American y The Heritage Foundation.

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