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El ascenso del tecno-totalitarismo es una amenaza que está ya entre nosotros

El papel que han jugado las grandes corporaciones tecnológicas que manejan las principales redes sociales de los Estados Unidos en la campaña de agitación, propaganda y censura en que se embarcó el grueso de la prensa estadounidense es una autentica amenaza –por el  potencial futuro de control social al que están claramente aspirando desde ahora– que resulta de la combinación de nuevas tecnologías y viejas ideas. Desde la imprenta –y quizás antes– cualquier tecnología que abriera nuevas posibilidades al avance de la libertad, ha servido, de una u otra manera, también para lo contrario. No es diferente con la inteligencia artificial, redes sociales, teletrabajo, comercio electrónico y demás. Podían abrir y de hecho abrieron  nuevas posibilidades de libertad y prosperidad. Pero viejas y malas ideas, como el totalitarismo socialista, las usan para sus propios fines.

El tecno-totalitarismo

Entrevistado por Mike Wallace en 1956, el escritor Aldous Huxley especulaba sobre los totalitarismos del futuro que “este tipo de dictadura del futuro será muy diferente a las dictaduras con las que hemos estado familiarizados en el pasado inmediato. Tome otro libro que adelanta así el futuro, un libro muy notable, 1984 de George Orwell. Escrito en el apogeo del régimen estalinista, y justo después del régimen de Hitler, previó una dictadura del terror y la violencia física junto a la propaganda.  Ahora, lo que creo que va a suceder en el futuro es que los dictadores encontrarán, como se dijo hace tiempo, puedes hacer todo con las bayonetas, excepto sentarte en ellas. Para preservar el poder indefinidamente buscarán el consentimiento de los gobernados. Y lo conseguirán, en parte por las drogas como preví en Un mundo feliz, y en parte por nuevas técnicas de propaganda. Lo harán evitando el lado racional del hombre y apelando a su subconsciente, a sus emociones más profundas, su fisiología incluso, haciendo que realmente ame su esclavitud. Creo que este es el peligro, que las personas realmente pueden ser felices, de alguna manera, bajo el nuevo régimen, pero serán felices en situaciones en las que no deberían serlo”.

Las herramientas del tecno-totalitarismo no solo existen y podrían ser usadas con fines totalitarios, sino que están siendo usadas desde hace décadas con fines totalitarios. Ya se han probado sus capacidades y refinado su potencial de control social, no en Occidente sino en China. En Occidente, sin embargo, vemos, no uno, sino varias agendas que buscan imponer el totalitarismo, a veces cooperando en redes flexibles y a veces compitiendo entre sí, pero apuntando todas a la misma diana. Vemos, además, que quienes manejan hoy esas herramientas en Estados Unidos nos demostraron, sin lugar a dudas, que están más que dispuestos a manipularla para imponer una fuerza política sobre otra, una idea sobre otra, una moral sobre otra. Y así finalmente, una visión totalitaria del mundo sobre todas las demás. En nombre del “bien” y la “pureza”. Eso no es ciencia ficción: pasó y sigue pasando. Ni es ciencia ficción el modelo tecno-totalitario de Beijing que les tienta e inspira.

En China, la combinación de cámaras de vigilancia e identificación facial con sistemas centralizados de clasificación y evaluación de información, junto al barrido y clasificación de información en Internet, redes sociales, chats y demás, permite al totalitarismo neo-mercantilista vigilar a su población como no podía ni soñarlo la policía política maoísta. A bajo costo, obtienen la información necesaria para concederle o negarle al súbdito, de empleos y oportunidades de estudio a pasaporte, o simplemente pasaje al extranjero. Es una capacidad de control social que no se podía alcanzar mediante las policías políticas del pasado, para las que hubiera sido imposible recopilar, clasificar y evaluar tal cantidad de información en tiempo real. La inteligencia artificial sí que puede hacerlo, con limitaciones, pero puede. El control social únicamente requiere el tipo de programa con el que a usted le ofrecen un bien o servicio muy específico que muy probablemente estará feliz de comprar. Es una herramienta para lo malo o lo bueno. Los fines son los de quien la usa.

Hacia el tecno-totalitarismo cool del Silicon Valley

Pero el asunto no se limita al tipo de totalitarismo de Beijing, heredero directo del poder soviético. Incluye también la censura y persecución de la disidencia –e incluso de la más mínima duda respecto al nuevo dogma oficial– que se impone de forma creciente sobre democracias devenidas en Estados del bienestar en Europa occidental. Por supuesto, lo que ya vimos –y seguimos viendo– en las redes sociales de los Estados Unidos con las denuncias de posible fraude electoral por parte del presidente Trump. En Occidente llegamos a esto mediante las teorías neo-marxistas de la Escuela de Frankfurt, que llegaron a transformarse en la nueva ortodoxia del marxismo tras el colapso del imperio soviético. Esto se combinó con la previa, sutil y sofisticada idea escandinava de crear al hombre nuevo socialista desde la intervención estatal de la cultura, educación, costumbres, y demanda, limitando la intervención directa y cruda sobre la economía a la redistribución fiscal niveladora para no perder la productividad de las empresas capitalistas. Fue luego reprogramando las mentes al socialismo con educación, sanidad y asistencia social públicas universales de forzosa  carga ideológica con capacidades punitivas claramente brutales, aunque únicamente para la última instancia. 

Es nuestro viejo enemigo, el socialismo revolucionario, con nuevo maquillaje y nueve herramientas. Esa es la verdadera amenaza. No la inteligencia artificial o las nuevas tecnologías de comunicación e información, no en sí mismas. Pero sí, y mucho, como nuevas herramientas de viejos enemigos que se rehacen y fortalecen en su aprovechamiento maligno de nuevas tecnologías. Vemos como las ha usado en Estados Unidos en estos días grandes corporaciones en abierta alianza con una prensa entregada a la agitación y propaganda para imponer, a como dé lugar, la victoria del nuevo partido socialista de Estados Unidos–antes conocido como Partido Demócrata– y veremos que el problema es muy serio.

Guillermo Rodríguez is a professor of Political Economy in the extension area of the Faculty of Economic and Administrative Sciences at Universidad Monteávila, in Caracas. A researcher at the Juan de Mariana Center and author of several books // Guillermo es profesor de Economía Política en el área de extensión de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Monteávila, en Caracas, investigador en el Centro Juan de Mariana y autor de varios libros

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