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Cómo puede Estados Unidos superar a China en la competencia diplomática

Compañías chinas

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Por Anthony B. Kim y Rodney Rios

Durante algún tiempo, tras el final de la Guerra Fría en 1989, era común pensar que el mundo había entrado en una nueva era en la que la competencia entre grandes potencias sería cosa del pasado. Pero, por el contrario, el mundo ha entrado en una nueva era de competencia geopolítica entre Estados, una era en la que competidores como Estados Unidos y China intentan ganar aliados vitales para su bando a través de batallas de diplomacia estratégica, y en la que Estados Unidos se está quedando lamentablemente atrás. 

Como deja claro la última estrategia de seguridad nacional de la administración Biden, los próximos años serán decisivos para decidir qué nación liderará el orden internacional. De todos los países del mundo, el único que puede desafiar eficazmente a Estados Unidos por el liderazgo mundial es la República Popular China. Para proteger los intereses nacionales de Estados Unidos, los responsables políticos de Washington deben ser conscientes de la naturaleza y el alcance de los desafíos de Pekín.

Ha quedado claro que China es el adversario más capaz al que se enfrenta actualmente Estados Unidos. Está bajo el control absoluto del Partido Comunista Chino, que es taimado, cruel y depredador. Su capacidad militar y económica y su calculada voluntad de desafiar a Estados Unidos y a sus aliados en todo el mundo en casi todos los frentes estratégicos constituyen una amenaza de proporciones sin precedentes.

En concreto, como explicaba Politico en un reciente informe especial, en la actualidad, lamentablemente, Estados Unidos ya no tiene ventaja en términos diplomáticos con respecto a China, y es más pronunciada cuando se trata de países en desarrollo.

Como explica el informe, la desventaja es en cierto modo el resultado de la desvinculación de USA en algunas regiones, de la falta de énfasis en el elemento comercial y de inversión de la diplomacia, de la escasez en la confirmación de embajadores y de la incapacidad de centrar la ayuda estratégica en las áreas que el mundo en desarrollo prioriza.

En cuanto a este último elemento, el apoyo americano se centra en “proporcionar asistencia técnica a los gobiernos en todo tipo de cuestiones, desde la educación hasta la lucha contra la corrupción”, según el informe. Ese apoyo es beneficioso, pero se valoran más los proyectos de infraestructuras, a los que China da prioridad.

Como está bien documentado, a China, por su parte, no le importan los derechos humanos ni cómo llega al poder un régimen con el que trabaja. China se limita a decir que quiere hacer negocios y presenta su modelo de desarrollo económico para sacar a la gente de la pobreza sin democracia de libre mercado como más eficaz y beneficioso que el modelo americano.

China ha ampliado su personal diplomático y su presencia en todo el mundo. Además, China se centra en ayudar a estos países en desarrollo con proyectos como su Iniciativa de la Franja y la Ruta, que es la ambiciosa iniciativa de conectividad geoeconómica de China. Este enorme proyecto de infraestructuras se extendería desde Asia Oriental hasta Europa.

Esta generosidad económica ha impulsado las ventajas diplomáticas de China frente a Estados Unidos. Sin embargo, la Franja y la Ruta aún no han sido un éxito absoluto. China ha tenido que frenar el programa, ya que los países se han vuelto cada vez más recelosos de participar en él.

Los desafíos generales de China en varios frentes políticos siguen siendo desconcertantes para Estados Unidos. Sin embargo, Estados Unidos puede y debe ganar la competición geopolítica y diplomática. Como subrayó sucintamente el vicepresidente de Política Exterior de la Heritage Foundation, James Carafano, en “In a New Kind of War, the Old Wars of Ideas Are Back” (En un nuevo tipo de guerra, vuelven las viejas guerras de ideas), que destaca la importancia de ganar la crítica batalla de las ideas: “No podemos ganar sin ser proactivos”.

Para ello, es necesario hacer mayor hincapié en la mejora de nuestro servicio exterior. Por ejemplo, debe haber un impulso para contratar más expertos y personal diplomático que entiendan América Latina y África, para que puedan representar eficazmente los intereses americanos en esas regiones.

Desde una perspectiva más amplia, un elemento clave del poder diplomático blando pero eficaz son los compromisos económicos pragmáticos. Estados Unidos se ayudará más a sí mismo y al mundo si pasa de repartir ayuda a crear verdaderas asociaciones. Para ello, por ejemplo, la Corporación Financiera Internacional para el Desarrollo debe ser más estratégica. Esta agencia de desarrollo ayuda a financiar infraestructuras en el extranjero y otros proyectos para que Estados Unidos pueda competir con el desarrollo de infraestructuras, pero necesita estar mejor enfocada.

Por último, pero no por ello menos importante, Estados Unidos debe reevaluar sus prioridades. En lugar de propagar objetivos de extrema izquierda en su política exterior, como la promoción del aborto, Estados Unidos debe centrarse en sus intereses nacionales y desarrollar un plan para alcanzar sus objetivos. Este tipo de políticas, aunque complacen al lado izquierdo del espectro político, desvían el escaso capital diplomático de la promoción de los intereses fundamentales de Estados Unidos y socavan las relaciones diplomáticas con las naciones más conservadoras.

Hay que recordar que Estados Unidos se enfrenta ahora a una China diferente a la de hace una década. El envalentonado liderazgo de Pekín se ha vuelto cada vez más agresivo y, en muchos sentidos, es una amenaza para Estados Unidos, sus intereses y su papel en el mundo.

Todavía hay tiempo para que Estados Unidos contrarreste la influencia maligna y manipuladora de China, pero esa ventana se está cerrando rápidamente.

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