Por Benjamín J. Santamaría
Liechtenstein es uno de los más desconocidos países de Europa. Un pequeño micro-Estado que utiliza como moneda el franco suizo y cuya forma de gobierno es una monarquía que en algunos aspectos se asemeja a los cuentos fantásticos medievales. Mayoritariamente católico y de habla alemana, se sitúa en un territorio que colinda con Austria y Suiza. Está compuesto únicamente por unas 40 mil personas y recibe diariamente a numerosos trabajadores provenientes de los países vecinos que viven su jornada laboral en este llamativo reino. Su extensión alcanza los 160 km cuadrados, 25 veces más pequeño que, por ejemplo, Ciudad de México.
Es algo intuitivo que en Liechtenstein conseguir una vivienda, aunque sea de alquiler, es enormemente costoso. Esto sucede también en otros países que poseen las mismas características como Andorra o Mónaco. Al poseer escaso territorio, la oferta de suelo edificable es muy poca. De igual manera supone un arduo trabajo llegar a obtener la nacionalidad, pues se exige vivir una gran cantidad de años en su interior y pasar un examen.
No obstante, el país tiene otras muchas características que pueden hacerlo bastante atractivo a la hora de buscar un buen futuro. Año tras año, Liechtenstein disputa a países como Mónaco o Luxemburgo el primer puesto en el ranking mundial de PIB per cápita (teniendo en cuenta la paridad del poder adquisitivo) llegando a triplicar a sus vecinos culturalmente similares como Alemania.
Aunque se interprete que esta riqueza proviene exclusivamente de los servicios financieros (dada su fama de paraíso fiscal), el hecho es que cerca del 50 % de su economía se sostiene sobre el sector secundario, superando también en esta cuestión a los germanos.
Si bien es cierto que el peso de las actividades financieras triplica el de los alemanes (12 % frente a 4 % aproximadamente), ha ido descendiendo paulatinamente, especialmente desde que salieron de la lista negra europea de paraísos fiscales en 2017. Destacan por producir productos farmacéuticos, electrónicos o dentales. Es decir, es un país profundamente industrializado que cada vez se esfuerza más por dejar atrás su pasado como economía offshore.
Además de eso, los trabajadores cuentan con unas condiciones especialmente llamativas. Pese a que el nivel de vida es bastante caro, los sueldos lo compensan con creces. En 2018 el salario anual medio se acercaba a los 70 mil euros, 20 mil euros más que Alemania y lejos de los 24 mil euros anuales que tuvo ese año España. A esos datos se les suman los de desempleo que, aparte de tender al descenso a lo largo de los años, en 2019 alcanzaron el 1,5 %. Un abismo, desde luego, si osáramos compararlo con los países hispanos.
Las características de Liechtenstein pueden hacerlo bastante atractivo a la hora de buscar un buen futuro. (“05 liechtenstein (3)” by Coemgenus1985 is marked with Public Domain Mark 1.0).
En general, el clima económico de Liechtenstein es bueno tanto para empresarios como para obreros. La presión fiscal se ha mantenido estable alrededor del 20 %, menor incluso que los datos andorranos, la mitad de la que nos encontramos en Alemania y a años luz de países como Francia en donde roza el 50 %.
Si todos estos datos le han llamado la atención y se ha planteado buscar un trabajo en Liechtenstein, ¿por dónde podría empezar? Pues quizás podría ser una buena opción ponerse en contacto con los españoles del país. Específicamente con los gallegos, pues la única asociación española que nos podemos encontrar está compuesta por emigrantes de Galicia y su nombre es Centro Español Apóstol Santiago que, además, ha cumplido ya más de cuarenta años en el micro-Estado.
Benjamín J. Santamaría es delegado del Grado de Economía de la UNED y de la Facultad de CC Económicas y Empresariales del C.A. de La Coruña.
