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Se necesita una política agresiva contra el régimen castrista

Regimen castrista, El American

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Mientras el castrocomunismo se ocupa de sentenciar a cubanos a penas de prisión de décadas por protestar pacíficamente, de aumentar su aparato de terror estatal, de armar su lobby anti-embargo en el exterior y de afinar su legalismo socialista para violar “legalmente” derechos humanos fundamentales, la reacción de la administración Biden-Harris es ampliar potencialmente su cuerpo diplomático en La Habana y facilitar las remesas a la isla. Ambas medidas están precisamente en línea con lo que la dictadura marxista-leninista necesita para sobrevivir.

Cuba no tiene un problema de inmigración. Sí tiene un problema de escasez. Este radica en la ausencia de derechos naturales básicos, así como en las privaciones materiales y sociales. El agudo estado de pauperismo institucionalizado es impulsado por el régimen. La excepción a esta regla es, por supuesto, la familia Castro y el minúsculo círculo de élite que rodea la estructura de poder dictatorial del país. Es este mismo elemento criminal responsable de la indigencia y el gobierno inmoral de Cuba el que se beneficiará mayormente de la transferencia de riqueza de las remesas.

La idea de que otro acercamiento amistoso entre Estados Unidos y el régimen castrista podría ser la respuesta o incluso un mínimo remedio para los males de la isla, es errónea. La decisión del expresidente Barack Obama de iniciar negociaciones secretas con el comunismo cubano inmediatamente después de asumir su primer mandato dio lugar al rimbombante curso de acción ejecutiva del 17 de diciembre de 2014 que reformulaba la política americana hacia la dictadura castrista. Bajo la racionalizada pretensión de “enterrar el último remanente de la Guerra Fría”, Obama lanzó una campaña de enamoramiento a gran escala hacia la tercera dictadura totalitaria más longeva del mundo (después de China y Corea del Norte).    

Una visita de Estado en marzo de 2016 a la nación cautiva y todos los mojitos, un partido de béisbol, cenas finas en restaurantes de La Habana (inaccesibles para los cubanos de a pie), y una lista de lavandería de prebendas oficiales que incluían iniciativas conjuntas y acuerdos de cooperación entre la democracia más exitosa del planeta y la tercera tiranía más antigua en áreas de seguridad fronteriza, salud pública, ciencia, inteligencia y agencias policiacas.

Sí, aunque no lo crean, iniciativas conjuntas en materia de inteligencia y agencias policiacas. Obama dio a la noción de “dormir con el enemigo”, una nueva latitud. La red de espionaje del régimen castrista (inteligencia y contrainteligencia) hizo su agosto hasta que el expresidente Donald Trump desmanteló estos enlaces peligrosos y gran parte de la fallida distensión de Obama con el castrismo. 

El pacto Obama-Castro no produjo ni una sola pizca de mejora en las condiciones de los derechos humanos, una ampliación de los espacios políticos o de las libertades civiles, ni siquiera una liberalización económica. La seducción de Obama resultó inútil. Los regímenes comunistas asiáticos de China y Vietnam ya habían demostrado durante algunas décadas que un Estado leninista podía coexistir con una economía de “mercado” socialista híbrida controlada centralmente y, en general, elevar el nivel de vida material de los habitantes de su país.

Las inseguridades políticas del castrocomunismo han evitado consideraciones concretas de liberalización económica. Ha sido estrictamente un capitalismo de Estado en su peor forma. Si La Habana no aprovechó el salvavidas que le tendió el 44.º presidente, ello apunta claramente a la naturaleza inmutable del régimen comunista.

Actualmente, hay, según Prisoners Defenders, unos 13,000 presos condenados políticamente en Cuba. La naturaleza del código penal cubano, que condena a los cubanos en virtud del artículo 76.1,”medidas de seguridad predelictivas” y del artículo 72 por conductas que estén en  contradicción manifiesta con las normas de la moral socialista” hace que muchos ciudadanos estén en la cárcel por delitos que en una sociedad libre no serían ni remotamente considerados. De estos presos, 1,054 han sido encarcelados desde febrero de 2021. 794 están directamente relacionados con el Levantamiento Cubano del 11 de Julio (11J). 

El máximo tribunal del régimen castrista, el Tribunal Supremo de Cuba, ha recomendado afinar su código penal del terror para cerrar la brecha que los cubanos utilizan para alertar al mundo sobre la actividad en la isla. Proponen modificaciones que convertirían en un delito castigado con hasta 30 años de cárcel, según el tentativo artículo 119.1, cualquier acción que pretenda cambiar, total o parcialmente, la Constitución de la dictadura o su sistema de gobierno. El artículo 143 podría enviar a prisión hasta 10 años a cualquier cubano que colabore con una agencia de noticias extranjera, una ONG u otra red de monitoreo internacional y reciba ayuda, ya sea un estipendio, ayuda monetaria o logística. El comunismo cubano no quiere que se repita el 11J.   

La administración Biden-Harris debe establecer una política que promueva el activismo que busca la liberación de Cuba. La expansión de Internet es un deber y una política factible. Ampliar la ayuda a la oposición cubana tiene sentido. Esto incluye aumentar los fondos para Radio y TV Martí, la agencia de transmisión del gobierno de Estados Unidos hacia Cuba. Un programa serio de persecución de los infractores del embargo americano sería de gran ayuda. Miembros del régimen castrocomunista tienen activos mal habidos en todo el mundo. Estados Unidos debería perseguir estos recursos, como ha hecho con las redes de terrorismo islámico y crimen organizado.

La implicación de Cuba en el narcotráfico debe ser una de las preocupaciones de seguridad nacional de Estados Unidos y se debe actuar en consecuencia. La amenaza del comunismo cubano debe ser arrancada de raíz. Las políticas endebles, obsoletas y fracasadas, como la distensión de Richard Nixon o el desastre del “acercamiento” de Obama, no deben repetirse. No funcionó entonces y no funcionará ahora. 

Julio M Shiling, political scientist, writer, director of Patria de Martí and The Cuban American Voice, lecturer and media commentator. A native of Cuba, he currently lives in the United States. Twitter: @JulioMShiling // Julio es politólogo, escritor, director de Patria de Martí y The Cuban American Voice. Conferenciante y comentarista en los medios. Natural de Cuba, vive actualmente en EE UU.

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