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La evolución del voto hispano

La evolución del voto hispano

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LA VICTORIA de Mayra Flores en la elección especial para representar el distrito 34 de Texas en la Cámara de Representantes de los Estados Unidos atrajo mucha atención, y merecidamente. El rápido movimiento de ciudadanos de origen mexicano en Texas y los cubanos y puertorriqueños en la Florida hacia el Partido Republicano ha sacudido a los de la izquierda, que durante años han confiado sus futuras esperanzas políticas en el destino demográfico y en la idea que los votantes hispanos serían un elemento permanente de su base electoral. Esa base parece estar desapareciendo, aunque lo que suceda a partir de aquí todavía es muy incierto.

A pesar de todo su dinamismo y ética de trabajo, Flores no logró la victoria por sí sola. Ella se benefició de un cambio mayor, que se manifestó en la elección en el 2021 de un alcalde republicano en McAllen, Texas –una ciudad fronteriza de mayoría hispana dentro de un histórico bastión demócrata–, y el ya famoso cambio hacia la derecha de los mexicanos en el sur de Texas en la campaña presidencial del 2020. Sin embargo, la victoria de Flores fue una clara victoria para los republicanos. Su eslogan “Dios, familia, patria” representaba todo lo anatema para la izquierda moderna. Fue un repudio total de la ideología anticapitalista que se ha convertido en una religión secular entre la ala liberal.

Incluso, el fenómeno del cambio tejano se está haciendo sentir entre los demócratas de Texas. Considere la reciente victoria en la primaria demócrata en el distrito 28 de Texas, posterior al recuento, del congresista Henry Cuéllar. El aparato nacional progresista apostó por la oponente de Cuellar, la activista Jessica Cisneros. ¿Por qué? Cuellar es provida: de hecho, es el último demócrata provida en la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, y como tal fue atacado implacablemente por la base de su partido. Esa base es la mayor parte del Partido Demócrata moderno, pero no está sincronizada con su distrito, razón por la cual Cuellar logró prevalecer.

Si bien la victoria de Cuellar no fue una victoria para el conservadurismo, fue en gran medida una derrota para el progresismo. Tanto su victoria como la de Flores reflejan el creciente rechazo hispano a la ideología “woke” (o concientizada) y sus preceptos. Y cada grupo dentro de la amplia comunidad hispana tiene sus diferentes razones y perspectivas. Los estadounidenses de descendencia cubana, venezolana o nicaragüense rechazan el entusiasmo liberal por el socialismo y sus mecanismos. A los estadounidenses de descendencia mexicana, hondureña o guatemalteca les repugna la idea de derrocar la ley y el orden o abolir la policía. A casi todos les repugna el fanatismo de la ideología de género de la izquierda y el rechazo a la religión.

La probabilidad de que la izquierda cambie de dirección en el corto plazo es baja porque sus patrocinadores y líderes intelectuales están en una posición de mando dentro de su propio movimiento. Las voces marginales de la izquierda ahora parecen estar controlando la dirección de la administración actual y promoviendo una nueva agenda radical para el país.

El reto para los republicanos y el movimiento conservador es hacer algo más que depender de ese proceso de repulsión para efectuar un realineamiento completo. No es suficiente que la izquierda pierda hispanos, los conservadores deben ganárselos. En Texas ya se han implementado esfuerzos comprensivos para ganar el voto hispano.

Lo que viene próximo es difícil de prever. Es muy posible que los hispanos, incluso los mexicoamericanos en California, se alineen con el movimiento conservador y se queden ahí. Es posible que se normalicen dentro de la población general y se conviertan en un grupo permanentemente disputado, abierto a dividirse o cambiar de parecer en elecciones futuras. Cualquiera de estas posibilidades presenta profundas dificultades para la coalición demócrata nacional, que tendría que luchar para compensar con otros grupos de votantes.

Sin embargo, lo que no sucederá es un regreso al pasado. No es probable que los hispanos en los Estados Unidos regresen a sus días como monolito demócrata. Un número creciente de hispanos se ha sentido rechazado por el extremismo de las políticas liberales y apoya una agenda de América Primero que les permite avanzar en su educación, desempeñarse en mejores empleos, crear nuevos negocios, mantener seguras a sus familias y comunidades, y contribuir al éxito de nuestro país. Así, la era del monocultivo político ha terminado. Mayra Flores no fue quien lo acabó, pero su campaña y elección lo confirmó.

Brooke Rollins is president and CEO of the America First Policy Institute. She previously served as director of the National Policy Council and chief strategist at the White House under the residence of Donald Trump // Brooke Rollins es presidente y directora ejecutiva principal del America First Policy Institute. Anteriormente se desempeñó como directora del Consejo de Política Nacional y estratega principal en la Casa Blanca bajo la residencia de Donald Trump.

Jorge Martínez es estratega de asuntos hispanos y portavoz del America First Policy Institute. Anteriormente se desempeñó como secretario de prensa en el Departamento de Justicia de los Estados Unidos // Jorge Martínez is a Hispanic affairs strategist and spokesperson for the America First Policy Institute. He previously served as press secretary at the United States Department of Justice.

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