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La patética realidad del ecologismo socialista

Ecologismo político, El American

Desde que en el siglo pasado en la universidad de Stanford, académicos como el biólogo Paul Ehrlich, Lester Brown, o el equipo que desarrolló el famoso informe Límites del Crecimiento para un grupo de poderosos burócratas, políticos y directivos de corporaciones unidos en el Club de Roma, todas las catástrofes posibles han sido anunciadas para el futuro cercano, incluso inminente, por los teóricos del ecologismo neo-malthusiano

Sería gracioso ver cómo las catástrofes se van corriendo en el tiempo y saltando del calentamiento global a la nueva era del hielo o de la crisis de los recursos a la de la sobrepoblación y la hambruna, todas producto presunto del capitalismo y la riqueza, pero únicamente vemos desperdicio de recursos y destrucción ambiental sin límites, así como hambrunas y genocidios, en el socialismo. Y el socialismo global ha sido siempre la “solución” de esos mentirosos, escudados tras dudosos laureles académicos, a “problemas” que ellos mismos inventan.

Ehrlich, quien aún afirma que la mayoría de la gente no reconoce que, al menos en los países ricos, el crecimiento económico es la enfermedad no la cura, afirmó desde 1968 que sería imposible que la India alimentara a 200 millones adicionales de personas para 1971. En la edición de 1980 de su libro: “La bomba poblacional” omitió todos los comentarios sobre el asunto, con indiscutible deshonestidad intelectual, porque los indios estaban exportando excedentes de granos a la URSS en 1980. 

Los académicos sofistas del colectivismo demostraron a finales del siglo pasado su completa falta de ética profesional con ese tipo de ediciones revisadas de sus libros, porque su objetivo nunca fue la búsqueda intelectual de la verdad, sino la construcción de soportes teóricos para el ecologismo político.

Con el ecologismo político sí que se cumple la Ley de los rendimientos decrecientes, de hecho, su caudal electoral crece solo hasta cierto punto y bajo ciertas circunstancias, pero no es capaz de dar una respuesta política integral a la mayoría. Ese papel lo tiene la síntesis neomarxista que integra neomarxismo y neomaltusianismo de los ecologistas políticos desarrollando coherentemente sus implicaciones más obscuras. Los teóricos presentan la ecuación I = PAT, esto es: impacto ambiental, es igual a producción multiplicada por consumo, por afluencia y por tecnología.

Esto es ridículo. De hecho, toda la evidencia paleontológica, arqueológica e histórica muestra que la introducción sistemática de nuevas tecnologías reduce el impacto ambiental de la producción, pero si las tecnologías no se modificasen, la ecuación tal vez sería correcta en cierto momento. 

Desde que en sostén de Marx, Engels afirmara que el fusil de retrocarga de la guerra franco-prusiana sería el máximo desarrollo posible de tecnología en ese campo, hasta que Mijail Kalashnikov diseñase el AK 47 en la muy marxista URSS, los teóricos colectivistas de ayer y hoy siempre se han mostrado extremadamente prejuiciosos con las nuevas tecnologías. Y la versión del marxismo de la que más se han servido para justificar tal prejuicio, es la que se deriva de la síntesis de neomarxismo con ecologismo neo-maltusiano. 

Un teórico de esa política ecologista como Michael Tobías afirma que tendrán que constreñirse drásticamente las libertades básicas, puesto que no habrá suficiente aire y agua limpios, mientras que un profesor de medicina de la Universidad de Leeds en el Reino Unido defiende el no transferir a los pobres del tercer mundo la tecnología médica básica que evite una alta tasa de mortalidad infantil, a menos que previamente se implementen severos programas de control de la natalidad.

Si el maltusianismo fuese conceptualmente cierto, el crecimiento de la producción conduciría fatalmente a catástrofes ecológicas que reducirían la producción y finalmente llegaríamos realmente a las hambrunas globales pronosticadas como inminentes desde hace ya más de dos siglos. 

Sin embargo, para evitar tales catástrofes, los ecologistas proponen un empobrecimiento intencional en el frente económico y severas medidas de planificación familiar en el frente poblacional. Para el neomalthusianismo, la mejor organización de la sociedad no sería aquella capaz de producir un bienestar creciente para una población creciente, sino aquella capaz de detener ordenadamente el crecimiento de producción y población y distribuir la producción decreciente de la forma más equitativa posible. 

Como los marxistas ya han demostrado su incuestionable capacidad de producir y distribuir pobreza mediante planificación central de la economía, la síntesis de marxismo ecologista simplemente pone los objetivos en concordancia con las capacidades.

Lo importante no es solo que la teoría neoclásica del crecimiento económico, en la que se apoyan aplicaciones inconsistentes de Ley de los rendimientos decrecientes a la economía en general, sea falsa, sino que la ley neo-maltusiana de I = PAT en realidad debe ser I = PAR / NT. Pues si entendemos que P es resultado de la tecnología existente y que el impacto ambiental de la producción será mayor en la medida en que se le someta al mayor número de regulaciones (R) y no al revés (como asumen el común de los ecologistas y la totalidad de los socialistas) porque lo que reduce I es la introducción de nuevas tecnologías NT. 

Resulta que mientras más y mejor produzcamos, menos desperdicio y daño ambiental veremos. Y nadie que vea la pobreza de cerca puede tener dudas respecto a que las malas condiciones de vida producen mayor impacto ambiental que las mejores condiciones de vida. 

Guillermo Rodríguez is a professor of Political Economy in the extension area of the Faculty of Economic and Administrative Sciences at Universidad Monteávila, in Caracas. A researcher at the Juan de Mariana Center and author of several books // Guillermo es profesor de Economía Política en el área de extensión de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Monteávila, en Caracas, investigador en el Centro Juan de Mariana y autor de varios libros

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