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El régimen iraní está de paso

Iran Regime on Borrowed Time, EFE

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Por James Jay Carafano & Adam Milstein*

Pese a las semanas de brutal represión, los iraníes de a pie, de todas las edades y sectores sociales, y de todas las regiones, continúan con sus protestas masivas, pidiendo el fin del régimen de la República Islámica. Su mensaje es inequívoco. La revolución iraní ha fracasado. El régimen que engendró está condenado. La única pregunta que queda para que la historia responda es: ¿cuándo caerá?

A pesar de que las mujeres y las niñas han sido las más visibles en primera línea, el gran número de manifestantes sugiere que el descontento con el régimen es generalizado en todos los grupos demográficos. Según los informes, el levantamiento se ha extendido a 177 ciudades, lo que lo convierte en el mayor y más duradero período de disturbios civiles que se ha producido en Irán desde 2009. La persistencia y la resistencia de los manifestantes son asombrosas, sobre todo si se tiene en cuenta que la acción en las calles carece en gran medida de líderes, sin ninguna organización nacional que coordine la situación.

La resistencia tampoco se limita a las minorías descontentas. No es de extrañar que los manifestantes de la provincia iraní del Kurdistán griten “Muerte a Jamenei”, pero los mismos cánticos resuenan en las calles del bazar del centro de Teherán. Se calcula que han muerto más de 400 personas, entre ellas muchos niños y niñas, y más de 20,000 han sido detenidas. Sin embargo, las protestas no parecen remitir, a pesar de que el Gobierno ha ordenado una respuesta militar a gran escala.

Todo este descontento es una prueba irrefutable de que los iraníes son un pueblo cautivo, encarcelado dentro de sus fronteras por sus propios dirigentes.

Entonces, ¿cuándo será derribado el régimen? La respuesta más segura que ofrece la historia es que, cuando las fuerzas de seguridad en la calle se nieguen a disparar contra la multitud, el régimen tendrá los días contados. Pero ¿cuándo llegará ese día? Lo único que podemos decir con seguridad es que todos, incluidos los iraníes, probablemente nos sorprenderemos.

La razón de ello la explica muy bien el libro de Natan Sharansky, The Case for Democracies. Sharansky señala que una característica que define a los gobiernos autoritarios es que mantienen el poder, no solo mediante el uso de la fuerza bruta, sino restringiendo la información. Ni siquiera muchos de los miembros del régimen saben cómo funciona el régimen. En ausencia de transparencia, no pueden juzgar mejor que los de fuera el grado de control que tienen sobre el poder.

Como resultado, todos nos despertaremos un día sorprendidos al ver que el Gobierno iraní se derrumba más rápido que los Washington Nationals.

Hoy, todo lo que sabemos es que el régimen iraní es una fuerza corrupta, en bancarrota e ilegítima, que no quiere ni puede reformarse, y que el pueblo iraní está harto de sus dictadores. No sabemos cuándo llegará el final ni qué ocurrirá después. Lo que nos lleva a la gran pregunta: ¿qué debe hacer Estados Unidos al respecto?

El Gobierno de Estados Unidos nunca debería adoptar el cambio de régimen como instrumento de política exterior. A fin de cuentas, no es nuestro deber ni nuestra responsabilidad dictar a otros pueblos cómo gobernarse a sí mismos. Los americanos pueden defender mejor los intereses de USA. salvaguardándolos de las acciones maliciosas de otros. Al mismo tiempo, Estados Unidos puede y debe mostrar su apoyo a los manifestantes iraníes ofreciéndoles palabras de solidaridad y contribuyendo a proporcionarles acceso a Internet, a las redes sociales más populares y a las noticias sin censura.

Hay otras medidas prudentes que Washington debería tomar para prepararse para un futuro en el que la revolución iraní no sea más que otro experimento humano fallido de opresión.

Para empezar, Washington no debería hacer nada para apuntalar una dictadura que se está derrumbando y que además patrocina el terrorismo en todo el mundo. Eso significa abandonar todos los esfuerzos para revivir el acuerdo con Irán de la era Obama, que no tiene ninguna posibilidad de impedir que Teherán consiga un arma nuclear, pero que promete proporcionar al régimen más de un billón de dólares para continuar su reino del terror.

En su lugar, Estados Unidos debería redoblar el esfuerzo para aislar, sancionar y castigar al régimen por sus numerosos abusos y atrocidades contra los derechos humanos. Irán ha demostrado sistemáticamente que no se puede confiar en él. El único lenguaje que entiende y al que responde es la fuerza.

Además, Washington debería ser un socio más fuerte para desarrollar un Oriente Medio más sólido, preparado para evitar que la región caiga en el caos tras el colapso del régimen iraní. Estados Unidos tiene un instrumento preparado en los Acuerdos de Abraham. El acuerdo es más que un marco para normalizar las relaciones árabe-israelíes. Es también una herramienta de cooperación e integración económica, política y diplomática. Estados Unidos también debería seguir reforzando la disuasión israelí y fomentando alianzas más fuertes entre israelíes y árabes para garantizar sus intereses de seguridad en la región.

Cuando el régimen iraní caiga, hará falta un Oriente Medio más fuerte y seguro para frenar la avalancha de discordia e incertidumbre que surgirá. Ahora es el momento de que Estados Unidos empiece a sentar las bases.


*James Jay Carafano – Vicepresidente del Instituto Kathryn y Shelby Cullom Davis.

*Adam Milstein – Filántropo, cofundador del Consejo Israelí-Americano y de la Fundación de la Familia Adam y Gila Milstein.

Este artículo forma parte de un acuerdo entre El American y The Heritage Foundation.

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