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El socialismo verde destruirá a Estados Unidos

Socialismo verde, El American

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Estados Unidos y Occidente están asumiendo las malas decisiones tomadas por los políticos. Para aplacar a los movimientos radicales y a los grupos de interés que explican la destrucción ecológica, la disfunción del clima, la contaminación, la pobreza y otras degradaciones percibidas del medioambiente a través de una cosmovisión anticapitalista del mundo, se han promulgado políticas que ponen en peligro las sociedades libres. El socialismo verde es perjudicial para la salud de Estados Unidos. La invasión rusa a Ucrania nos muestra por qué es así.   

Vladímir Putin ha ideado un régimen no democrático que, tras 22 años en el poder, ha emulado estructuralmente el lugar de su predecesor en el mundo. Esta versión menos ideológica y más ligera de la Unión Soviética tiene la misma relación fatalista con el petróleo y el gas. Ambos modelos dictatoriales reivindican la venta de combustibles fósiles como su principal fuente de entrada de divisas.

La presidencia de Ronald Reagan capitalizó esto en la época de la URSS. La Doctrina Reagan para hacer retroceder al comunismo soviético utilizó estratégicamente la producción y los precios de la energía como herramienta clave de su arsenal bélico. Donald Trump inició un enfoque inteligente de la independencia energética basado en la preocupación por la seguridad nacional, no solo por el crecimiento económico. 

La bendición por parte de Barack Obama y Bernie Sanders a la candidatura de Biden-Harris y a la posterior administración predijo que su poder se ejercería estrictamente dentro de los confines del fundamentalismo socialista verde. La deconstrucción de la independencia energética que Estados Unidos había logrado bajo el 45.º presidente (Trump) está resultando costosa. Este es el caso, no solamente en cuanto a las presiones inflacionarias históricas de 40 años que reflejan, en parte, los aumentos de los precios de la gasolina en el surtidor. La causa de la libertad está siendo rehén de políticas neo-marxistas sin sentido que exclusivamente sirven a propósitos ideológicos y no al bien mayor. 

Rechazar la fracturación hidráulica y la energía nuclear y buscar un mundo utópico sin combustibles fósiles, a corto plazo, no es factible. En Europa, particularmente en Alemania, el régimen de Putin ha llenado el vacío que el ecosocialismo ha abdicado. En 2016, la Unión Europea recibió el 30 % de su gas natural de Rusia. En 2021, la cifra había aumentado hasta casi el 47 %.

A principios de la década de 2000, Alemania recibía el 30 % de su electricidad de la energía nuclear. Guiada por un dogma medioambiental radical, en 2020, la electricidad de origen nuclear se había reducido al 11 %. La Rusia de Putin, hasta la incursión en Ucrania, proporcionaba a Europa el 40 % de su gas y el 20 % de su petróleo y carbón.  

La difícil decisión entre ayudar a un socio democrático como Ucrania o traicionar las obligaciones éticas debido a factores de dependencia sistémica, es una elección miserable. Las democracias no pueden formular estrategias de planificación estatal que incluyan la mezcla comercial de bienes y servicios con las dictaduras. Los objetivos y los principios rectores entre ellos están en conflicto. El argumento en contra de asociarse con la Rusia de Putin, es el mismo que existe en contra de hacerlo con la China comunista.

Un planeta sin combustibles fósiles es un objetivo digno y de largo alcance. Pensemos en los coches eléctricos, por ejemplo. Un mundo de vehículos eléctricos requiere un mundo libre que no dependa de las baterías de litio, que se producen principalmente en China. Mientras el régimen marxista-leninista de Pekín sea el principal refinador mundial de las materias primas necesarias para las baterías, esta transición no sería segura. Las energías renovables, como la solar, la producida por el viento, la biomasa vegetal, la hidroeléctrica y las variantes geotérmicas, son propuestas dignas. Sin embargo, requieren, a priori, una infraestructura que apoye estos mecanismos. Hasta que llegue ese momento, los combustibles fósiles son la alternativa más barata y viable.             

La administración Biden-Harris insulta la inteligencia de los americanos cada vez que sus portavoces repiten que “hay 9,000 permisos de perforación aprobados sin utilizar”. La guerra verde-socialista contra la industria de los combustibles fósiles se ha llevado a cabo con firmeza desde el Poder Ejecutivo, desde que asumieron el cargo. Mientras esta visión hostil del mundo prevalezca en la Casa Blanca, ningún productor de energía en su sano juicio invertiría un centavo para aumentar la producción nacional de petróleo. 

El hecho de que la presidencia de Biden-Harris esté considerando comprar petróleo a dictaduras como el régimen de Maduro en Venezuela y la tiranía de los ayatolás en Irán (ambos enemigos letales de la libertad y aliados de Putin) nos dice que sus objetivos tienen más que ver con la implantación del ecosocialismo, que con el medioambiente.    

Julio M Shiling, political scientist, writer, director of Patria de Martí and The Cuban American Voice, lecturer and media commentator. A native of Cuba, he currently lives in the United States. Twitter: @JulioMShiling // Julio es politólogo, escritor, director de Patria de Martí y The Cuban American Voice. Conferenciante y comentarista en los medios. Natural de Cuba, vive actualmente en EE UU.

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